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Compañeros de sueño

Compañeros de sueño

Peluches y mantitas puede ayudar a que el niño se sienta seguro desde sus primeros días. Son «objetos transaccionales», que puede ser útiles durante toda su vida

Linda Ontiveros

Martes, 11 de abril 2017, 15:01

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Desde que nacemos, en la cuna nos acompaña al menos un peluche, que seguramente fue el primer regalo recibido en la vida. O tal vez el niño desde temprana edad se abrace a una mantita. O quizás sea alguna otra cosa, incluso menos mullida y suave. No importa cuál sea, estos objetos tranquilizan y ayudan a conciliar el sueño. Muñecas, animales de felpa, frazadas, cochecitos blandos o libros de tela son lo que los psicólogos llaman «objetos transaccionales», pues dan seguridad a los niños en situaciones en que puede sentirse inseguro, tanto a la hora de dormir como cuando toca médico, primer día de escuela o una noche fuera de casa.

«Estos objetos sirven como vehículo para la progresiva separación de sus padres y madres», explica Virginia Diego de Somonte Bueno, psicóloga infantil del Colegio de Psicología de Bizkaia. «En el bebé, son los brazos de la madre los que le dan seguridad y protección pero a medida que este va creciendo y va distanciándose físicamente para, por ejemplo, dormir en su propia cama o para ir al colegio. Ese abrazo debe ser sustituido, inevitablemente, por un objeto. Con su muñeco o mantita, se sienten más seguros».

Entre el chupete y la mantita

Considerados por la mente infantil como una «madre sustituta», ayudan a que los críos pasen por distintas fases evolutivas dentro de su desarrollo emocional. «Algunos niños y algunas niñas prefieren una prenda de ropa determinada, un coche de juguete, un cuento, una cuchara», afirma Diego de Somonte. «En ocasiones el propio chupete puede cumplir esta función pero normalmente prefieren las texturas suaves que están asociadas a la caricia y al calor. También una mascota puede ser un compañero para dormir y aporta la misma seguridad, calor y afecto que un peluche».

Sin embargo, el efecto de los peluches, que tienen un poderoso elemento protector en el bebé, es distinto al de las mantas del primer momento: «Muchos bebés duermen con una pequeña mantita de peluche sobre la cara, pero se trata más de un objeto que le protege de la luz para conciliar mejor el sueño o de la seguridad que les produce tener la cabeza cubierta», advierte la experta. «No olvidemos que durante el embarazo el feto tiene la cabeza contenida por la pared uterina y recuperar esa sensación le reconforta. Podemos verlo en muchos bebés que, mientras duermen, se arrastran hacia la pared de la cuna para topar su cabecita contra ella. En este caso, por lo tanto, la mantita para dormir no cumple con la función transaccional de una manera tan clara como en el caso del niño o niña más mayor».

En el momento adecuado

¿Los infantes los eligen de forma espontánea o son los padres quienes deben darle un peluche o similar? Como explica la experta, desde bebés algunos lo elegirán por sí solos, otros los descubrirán cuando se los den. Pero hay situaciones especiales como, por ejemplo, cuando empieza el miedo nocturno o se resiste a dormir en su propia cama, que ameritan a darle uno de estos objetos, sobre todo si tienen «historia».

«Recuerdo a una niña mayorcita con miedo a dormir, a la que regalé un muñeco usado y viejo, y le conté que era el ángel que me protegía a mí de niña por la noche», dice Diego de Somonte. «Le dije que yo ya no lo necesitaba y que ahora le ayudaría a ella. Desde ese momento durmió sin miedo abrazada a mi ángel hasta que la época de los miedos pasó y me lo devolvió para que se lo dejara a otro niño que lo necesitara».

No hay una edad específica para dar o quitar uno de estos «objetos transaccionales», siempre que cumplan esa función de proveer seguridad, de aliviar cualquier situación que le genere ansiedad o miedo, incluso fuera de casa, en un campamento escolar, por ejemplo. «No se trata de fetichismo ni de superstición sino de recursos psicológicos de apoyo», mantiene Diego de Somontano. «En el caso de los niños y niñas lo mejor es que sean ellos los que dejen de necesitar ese recurso y eso dependerá de múltiples factores personales. Cada uno, en su situación particular, determinará el momento en el que ya no se necesiten».

Así, el apoyo psicológico en un objeto transaccional puede encontrarse durante toda la vida, aunque no sea para dormir, pero sí para enfrentar situaciones difíciles. Si a un padre le parece que su hijo tiene dependencia hacia la cosa de sus afectos, debe, primero que nada, preguntarse por qué el niño no puede dejarlo. «Tal vez haya que profundizar en sus emociones y descubrir qué está pasando», concluye la experta. «Consultar con un psicólogo infantil ayudaría a buscar el origen del problema y la solución».

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