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La Vuelta y la boya

Algunas casualidades que coinciden con el paso de la Vuelta amenazan nuestra calma

Pablo Aranda

Málaga

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Miércoles, 29 de agosto 2018, 07:45

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El día anterior al inicio de la Vuelta murió en Alhaurín de la Torre Javier Otxoa, que en el año 2000 ganó una etapa del Tour. Se impuso en los Pirineos a Armstrong, que tiene nombre de astronauta. Ese Tour lo ganó Armstrong, aunque luego se lo quitaron y se lo dieron al segundo, Ullrich, que ganó la Vuelta del año siguiente y que ha sido detenido este mes dos veces, una en Mallorca, donde vive, por entrar en la casa de su vecino, y otra en Alemania, por tratar de asfixiar a una prostituta en un hotel. Ullrich ha asegurado que va a ingresar en un centro de rehabilitación para drogodependientes de Colorado. Dice que se lo ha recomendado Armstrong. Javier Otxoa quedó segundo en la clasificación de la montaña de aquel Tour. En febrero del año siguiente entrenaba por nuestras funestas carreteras junto a su hermano gemelo, Ricardo Otxoa, y fueron atropellados en Cártama. Su hermano murió en el accidente y Javier estuvo dos meses en coma. Se repuso, aunque con graves lesiones, y en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004 logró cuatro medallas y otras tantas en Pekín 2008.

La etapa de ayer salió de Vélez-Málaga y el marbellí Maté de nuevo dio guerra. Llegó cuarto y lidera la clasificación de la montaña. Valverde va cuarto, pero queda Vuelta. Pocas horas antes de que salieran los ciclistas de Vélez, desde su playa se oían unos gritos cruzar la noche. Venían del mar. No parecían cantos de sirena y alguien llamó a la policía. Un hombre estaba agarrado a una boya a 200 metros de la orilla. Sus gritos serían potentísimos para ser oídos desde la playa el lunes por la noche. El grito huracanado de Pepepótamo. Dos agentes de la Policía Nacional surcaron las aguas en un hidropedal que hallaron en la orilla y rescataron al hombre, que se encontraba bien. Lo justo sería entonces que hubiese colaborado pedaleando de vuelta. Al disponer de dos puntos de pedaleo, no es difícil escaquearse en un hidropedal.

Las boyas están a 200 metros y 200 metros se recorren en cinco minutos de nadada continua. Lo malo es la corriente y el cansancio, que una moto acuática te atropelle, pero el hombre estaba bien. Una señora mayor estaba bien en su residencia malagueña y un compañero la mató a golpes. Otra cayó ayer por las escaleras de la residencia donde hubo un brote de sarna y murió. A lo mejor se creyó afortunada por no haber contraído la sarna. Vamos por la vida sin pensar en los peligros y en realidad estamos a 200 metros de la orilla, agarrados a una boya. O circulando en bicicleta por una carretera. Llevamos 32 muertes por atropello en lo que va de año en Andalucía. Los andaluces morimos atropellados, que es una forma de morir poco civilizada. Lo civilizado es que la policía venga a rescatarnos. Pero ¿qué hacemos de madrugada en una boya a 200 metros de la orilla? ¿Esperar la salida de la Vuelta?

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