Hay que tener mucho cuidado estos días y, en general, todos en los que se avecinan puentes que se convierten en viaductos porque cualquier acontecimiento ... que te ocurra y que requiera atención profesional puede demorarse hasta el lunes. Vuelvo el lunes, dice un cartel donde despacha mi lotero de confianza. Cuatro días de espera que se convierten en cinco si el incidente nos sorprende el miércoles por la tarde. Una rueda que se pincha, junto con la inaptitud contemporánea para poder cambiarla, puede requerir aislamiento mecánico hasta el lunes. Una muela rota. La necesidad de un alfiler y la oda al bazar que permanece abierto. Lo raro es que se trabaje: resulta hermoso que la ciudad pare, que el mundo se detenga (si se hace de verdad para parar o para detenerse) y que haya tanta gente que pueda volver a estar de vacaciones, que es el estado natural de cualquier persona. Volver a las vacaciones es como cuando vuelves a la casa familiar y te quedas concentrado mirando los libros que llevan ahí toda la vida y haces como si los estuvieras viendo por primera vez, cuando en el fondo es el recuerdo lo que buscas.
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Ensayamos durante unos días la virtud de no hacer nada. Decía Fernando Fernán Gómez en una entrevista que él estaba totalmente capacitado para no hacer nada. Hay gente que, si no trabaja, se marchita. Otros podrían haber sido muy felices siendo ricos herederos o vagos antisistema. No todo el mundo puede hacerlo. Levantarse tarde cuando no se tiene hábito puede ser tan duro como madrugar. No tener prisa también es una meta que se alcanza con la costumbre. Se puede comprobar que llevas una vida algo fuera del mundo cuando se da por hecho que no recordabas que este próximo sábado no sale el periódico. Los días en los que no se publica la prensa o, mejor dicho, los días anteriores a los días en los que no se publica la prensa son fiesta para el periodista.
Hay que tener cuidado con los pequeños golpes y con las resacas. Un día normal, pongamos mañana, al 15,8% de la población mundial le dolerá la cabeza. Hay que evitar el alcohol malo y las aceras, sortear los cul-de-sac y, si el peligro no está dentro, quedarse en casa, que es algo que tampoco resulta sencillo, porque la casa se nos cae. Hay que dedicar algún momento a la práctica de una meditación más o menos trascendental. El presidente de la Junta de Andalucía, por ejemplo, pasará ocho horas portando el trono de la Exaltación y aprovechará el recogimiento y la desconexión para decidir si adelanta las elecciones, y está muy bien que lo haga así, dando ejemplo. Hay que meditar más. Y encomendarse a lo divino.
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