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ALFREDO TAJÁN
Viernes, 30 de junio 2023, 02:00
La primera vez que vi 'Violetas imperiales' (película de 1952) de Richard Pottier, me fascinó la dócil resignación de una jovencísima Carmen Sevilla, de veintiún ... años, que interpretaba a una gitana del Sacromonte de la que se enamoraba el gran y amanerado cantante Luis Mariano. 'Violetas imperiales' es una de las cumbres del cine 'kitsch': decorados de cartón piedra, colores bermellones y merdellones, crinolinas imposibles, trama más imposible todavía, que se desarrollaba en el París de un par de periquitos absurdos: Luis Napoleón III y nuestra condesa española Eugenia de Montijo, que de mía no tiene nada a pesar de su cuello de cisne y su pelo colorado. Ultracatólica y reaccionaria, contestó al lema de Garibaldi «O Roma o muerte» con «Pues tendrás la muerte»; pero se me va el hilo con otra historia y quiero dedicar mi esquela semanal a la actriz e intérprete Carmen Sevilla que se nos ha ido el miércoles aunque ya se había marchado una década atrás, aquejada de alzheimer, de sombras y silencio, sin reconocer a su propio hijo ni al mundo al que había pertenecido intensamente.
Carmen Sevilla fue una mujer de bandera que ya no va a resucitar más. Lo hizo varias veces en su carrera profesional, a través de su primer marido, el genial compositor Augusto Algueró, que le compuso canciones con la pluma de una gallina y la tinta de un calamar, lo hizo con el productor rumano Valerio Lazarov, que la secuestró de la finca de su segundo marido Vicente Patuel, donde contaba ovejitas, y la llevó a cantar los Telecupones de la Once, y después a presentar un programa familiar titulado 'Cine de barrio' donde entrevistaba a sus antiguos compañeros de plató con un gracejo y una espontaneidad que la llevaron a recuperar la popularidad perdida.
Pero la carrera de Carmen Sevilla traspasa el último anecdotario de los sábados por la tarde. Carmen se codeó con actores de primera como Charlton Heston, fue Reina de Reyes y Cleopatra, puso en pie papeles dramáticos y 'sucios' en los años setenta, donde su belleza madura la transformaron en una fugaz sex simbol en un filme para el recuerdo: 'La cera virgen', donde se denunciaba la hipocresía de la sociedad española del último franquismo. Mimética y dúctil, Carmen Sevilla transformaba sus dotes limitadas en grandes aciertos, utilizando su seducción inocente y su precioso físico fueron en su ayuda, pero el cóctel funcionó de maravilla. Descanse en paz.
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