¡Que vienen!
Ya no se trata de votar al PSOE o al PP. Tal como ambos partidos han planteado la campaña electoral se trata de votar a ... Sumar o a Vox. O más exactamente, de huir de Sumar o de Vox. En eso andan todos. Desde los cabeza de lista hasta el último de sus acólitos. ¿Quiere usted una vuelta a acuerdos con Bildu, con el separatismo catalán y con las disfunciones de una coalición cojitranca? ¿O prefiere un gobierno en el que la ultraderecha imponga sus preceptos más retrógrados? Básicamente eso es lo que nos están ofreciendo. Un voto en negativo en el que se trata de dilucidar quién causa más espanto.
Por la izquierda sacan a relucir los avances sociales. Reforma laboral, actualización de las pensiones, bonanza macroeconómica y el anuncio del fin de los buenos tiempos para el feminismo y los más débiles con la llegada de Vox. Además, desde Sumar toman el relevo de Sánchez a la hora de sacar conejos de la chistera. Si en la campaña anterior el presidente del Gobierno ofrecía en cada mitin un nuevo prodigio, en la actual carrera hacia las urnas Sumar promete una indiscriminada herencia universal de 20.000 euros para los jóvenes, no importa si el joven en cuestión es el hijo de un potentado o el de un obrero al que por otro lado se le oferta una jornada laboral de 32 horas. Por la derecha, lo de siempre, bajada de impuestos, derogación de eso que llaman sanchismo, recordatorio de los subterfugios de Sánchez y de la catastrófica ley del solo sí es sí que finalmente se convirtió en veneno para el feminismo.
Matices, pocos, porque pocos matices caben en la propuesta básica a pesar del suavizante que Sumar le ha echado a Podemos. Al final lo que aparece es el pacto con unos partidos que ponen en cuestión algunas de las bases en las que se asienta nuestra democracia. Desde Podemos y desde Vox hemos oído mensajes que ponen objeciones a la Unión Europea. Desde la izquierda hablan de la troika como de una asociación pseudo mafiosa, olvidando que se refieren a organizaciones democráticas. Vox critica la cesión de soberanía que comporta el europeísmo. Dentro del llamado bloque de progreso había partidos, por suerte fuera del gobierno, que tienen como meta la fragmentación del Estado. En Vox tienen un rosario de propósitos que nos emparentan con la España predemocrática o con los aspectos más rancios de un pasado que pugna por volver. No hace tanto, las elecciones se ganaban conquistando un centro más o menos socialdemócrata y apelando a ilusionantes proyectos futuros. Ahora se trata de eso, de ver quién provoca más miedo. Y todavía hay criaturas a las que el bipartidismo les parece una cosa abominable.
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