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Demasiado ruido para ser cuatro gatos. No es España un país antivacunas. En Estados Unidos hay un 15% de la población que no se quiere vacunar, lo que complica la inmunización de grupo. Aquí si acaso es un 4%. Es verdad que incluso entre algunos de los que se han vacunado hay una desconfianza en esas malvadas farmacéuticas que presuntamente ocultan peligros. Gente que cree que las autoridades no lo dicen todo. Y en este caso sería peor que lo de la oxicodona, como bien (y en libro gordísimo) ha contado Patrick Raden ('El imperio del dolor', Reservoir Books). Hay médicos que me han contado escandalizados de sí mismos que hace años sostenían que la oxicodona era como el paracetamol. Con lo de la vacuna sería peor, no una adicción sino efectos secundarios mortales o raros. Yo me quedaría con tener rayos x en los ojos, como Ray Milland en la película de Roger Corman, aunque creo que esto no se ha descrito.

En España nos encierran y vale. Nos vacunan y vale. Vamos con mascarillas por la calle. ¿Un tercer pinchazo? Venga. Lo decimos como Cela cuando le ofrecían un plato de caldereta en el anuncio de Campsa. Vi en Instagram, en la cuenta de esRadio, el vídeo de Federico contra los 'bebelejías' y todo lo que le decían por venderse a las farmacéuticas y no sé qué cosas más. Lo curioso es que la gran mayoría de comentarios era de gente que decía lo mismo. Oiga, yo no soy antivacunas, que pongo todas a mis hijos, soy antivacuna experimental. Se desconfía de la ciencia. De que la ciencia en tan poco tiempo haya podido conseguir vacunas carentes de peligros. Y lo peor es la información que circula por WhatsApp, que se toma como ese medio de comunicación que resiste las presiones del poder.

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