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Las urgencias de los hospitales públicos de Málaga están llenas. A tope. Los profesionales que se encargan de atender a la población se ven desbordados, lo que provoca que la frustración y la impotencia se apoderen de ellos cuando la sobrecarga que soportan les hace cruzar una línea roja que no deberían traspasar, porque pasar al otro lado supone no dar la atención que los pacientes se merecen. Cuando se trabaja con tanta presión, el riesgo de cometer errores aumenta. Ese peligro tiene un nombre: iatrogenia, que es un daño en la salud de un enfermo originado por un médico. Los facultativos de las urgencias de los hospitales Regional (antiguo Carlos Haya) y Clínico hacen todo lo que pueden, pero no pueden más ante una situación que les sobrepasa y ante la que los que deberían evitarla no toman las medidas oportunas. Esa saturación también la sufren los enfermeros y el resto del personal de los servicios de urgencias. La gripe y otros virus que circulan en estas fechas invernales elevan la presencia de pacientes, muchos de ellos con afecciones neumológicas o cardiacas que precisan de ingreso hospitalario. Las áreas de observación están repletas y, como tampoco hay camas libres en las plantas, la consecuencia es que los enfermos tardan mucho más de lo deseable en lograr una cama, hecho que crea un tapón y satura más las urgencias.

La respuesta de los dirigentes de los hospitales del SAS de Málaga es que se ha aplicado el plan de alta frecuentación y que los recursos están funcionando al cien por cien. Pues bien, si es así, esos recursos son insuficientes y es necesario incrementar la plantilla de profesionales. El argumento del SAS de que la asistencia está garantizada, que la ofrece igual para un roto que para un descosido, vale tanto como nada, porque en la realidad, cuando las urgencias se hallan abarrotadas, la atención no se encuentra tan garantizada. Médicos y enfermeros llevan a cabo todo lo que está en su mano, pero no dan abasto. Solo hay que ir a las urgencias del antiguo Carlos Haya o del Clínico para apreciarlo. Muchos médicos se indignan cuando los dirigentes sanitarios, en una actitud de esconder la cabeza debajo del ala, dicen que hay suficientes facultativos para hacer frente al trabajo en urgencias. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Una cosa es defender a la institución que representan y otra negar la evidencia. Y, hoy por hoy, urge dotar de más medios a los servicios de urgencias. ¡Ah!, sin olvidar a la atención primaria, que si funcionara mejor, las urgencias no estarían tan sobrecargadas.

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