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OTRO TURNO DE OFICIO

NIELSON SÁNCHEZ-STEWART

Miércoles, 13 de marzo 2019, 00:06

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DENTRO de la enorme miscelánea de programas que nos ofrece nuestra ama y señora, la televisión, me encontré el otro día con unos ancianos desdentados o semi desdentados muy contentos porque habían puesto en marcha un ambicioso programa que les permitiría cambiar su régimen alimenticio de sopitas a chuletones. Declaraban que como nunca habían sido favorecidos especialmente por la diosa fortuna no habían gozado de un odontólogo de cabecera y habían dejado que el inexorable paso del tiempo hiciera mella, creo que bien dicho, en sus bocas. El plan que habían ideado era el de conseguir que unos voluntariosos profesionales les visitaran y les reparasen sus piezas dentales. Un sobrino mío que ha terminado su carrera hace unos pocos días -culminación que nos ha llenado a todos de alegría- me contaba que dentro de su currículum académico estaba el meterse en las fauces de voluntarios que se prestaban para que los muchachos hiciesen prácticas y, de paso, quedasen sus piezas un poco mejor de lo que estaban. Así que la idea no es del todo novedosa. Ahora que estamos tirando la casa por la ventana cada viernes podríamos extender los beneficios de la sanidad pública en materia odontológica a todos los asegurados. Nunca he entendido demasiado que se cubran algunas contingencias llamativas y no otras esenciales como la salud dental. Hasta donde entiendo, infecciones y otras calamidades entran por la boca de allí la conveniencia de mantenerla cerrada. Hasta hace relativamente poco, concurrir a la consulta de un odontólogo era un lujo que muy pocos podían permitirse. Al ambulatorio se podía concurrir pero sólo para extraer la muela, el último recurso que se adoptaba cuando el dolor era insoportable y, a veces, demasiado tarde para otra solución. Los dentistas, por su parte, eran médicos con la especialidad de la estomatología, como los cardiólogos o los neurocirujanos. A diferencia de la mayor parte de los países, no constituían una profesión con formación diferente. El ingreso a la especialidad era complicadísimo, se exigían promedios de notas casi inalcanzables, superar exámenes difíciles, tener a disposición un respaldo de apoyo que estuviese en condiciones económicas de soportar a un ciudadano, por lo menos, siete largos años, generalmente prorrogados por contingencias sobrevenidas. La inversión era productiva. Ser dentista era casi como ser notario. La vida asegurada mientras se contase con manos y medios. Un tío de mi mujer era uno de esos beati possidentis y la familia entera lo veneraba. Todo ha cambiado: se han creado facultades que imparten los conocimientos necesarios, se expiden títulos ad hoc y la profesión se ha masificado. No tanto como la mía pero casi. Cualquiera de los egresados se enfrenta con cuatro alternativas: puede que esté enchufado en una clínica familiar en cuyo caso su vida discurriría con altibajos por ese camino, bien puede que tenga mucho dinero y establezca su propio consultorio, o sea valiente y con la ayuda casi desinteresada (sic) de algún banco que le ofrecerá un crédito barato que lo mantendrá prisionero durante un buen tiempo la instale o, lo que será lo más corriente, se empleará en una de esas cadenas que se ven en todas partes donde prometen una atención superior por muy poco dinero. Los tiempos gloriosos han pasado. El tío Santiago y sus conmilitones pasaron a la historia.

Mi Colegio que siempre va por delante ha llegado a un acuerdo con una de esas cadenas y ofrece ventajosas soluciones para lo bucodental.

Que los profesionales de una u otra dedicación nos dediquemos gratuitamente a atender a los más necesitados no es algo exótico o inusual. Los Abogados venimos haciéndolo desde hace muchos años. Todo el mundo conoce el llamado turno de oficio, la asistencia jurídica gratuita que proclama la Constitución Española que garantiza -artículo 119- el acceso a la justicia a los que tienen insuficiencia de recursos para litigar. Es verdad que desde hace unos años, se cobra algo, tarde, mal y nunca, y que lo que era circunstancial se ha transformado en endémico ya que son legiones los que tienen derecho a este derecho, antes beneficio. La Abogacía ha respondido y procura una atención muy correcta y lo hace, como se dice ahora 24/7 obteniendo unas calificaciones bastante satisfactorias cuando se hacen encuestas. Es verdad que hasta ahora, creo que no hay otra profesión que haya dado este paso al frente.

La justicia es un valor importante pero la salud tampoco es manca. Debe ser protegida, Artículo 43 CE, y debe ser pública con medidas preventivas, prestaciones y servicios necesarios.

Pero no dice nada de los dientes.

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