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Tiempos duros

Carta del director ·

Manuel Castillo

Málaga

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Domingo, 24 de septiembre 2017, 10:25

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El mayor riesgo para una sociedad, o un país en este caso, es dejarse llevar por las emociones. Y España es hoy una caja de sentimientos enfrentados a punto de provocar una deriva que puede llevarnos a no se sabe dónde. Hoy, como siempre y más que nunca, es preciso aplicar la Ley. Y también la autoridad. Con la firmeza y la determinación de que es el mayor bastión del Estado de Derecho. Pero también se requiere política, sensatez, visión de Estado y de futuro.

Puede ser que el mayor riesgo no sea sólo Cataluña, sino que el virus independentista produzca un efecto contagio en otras comunidades que ni hace falta mencionar. Si no se remedia, España puede verse abocada a una reforma visceral de la Constitución y a una redefinición del modelo territorial y de la financiación autonómica de efectos impredecibles para las estructuras del país. Y ello sin contar con la fractura social, desde los niños a los mayores, que observamos con tristeza en Cataluña.

Las calles de Barcelona parecen hoy como esas peleas de madrugada a la salida de un bar donde todo está descontrolado, pocos piensan, unos se golpean, algunos echan leña al fuego y agitan la bronca y muchos miran sin hacer nada. Alguno se marcha sigilosamente del lugar. Y en la que algún bien intencionado puede llevarse un golpe mortal. Al final, cuando todo se apacigua, sólo quedan malheridos, llantos, remordimientos y mucha ira contenida. Luego, cuando el sitio queda vacío, la nada lo inunda todo; pero ya nada es igual. Los peores golpes son los que se llevan el orgullo y la dignidad, porque esos tardan mucho más en desaparecer que un simple moratón. Y esa ira latente tardará mucho en diluirse en Cataluña.

España se la juega en estas semanas y es preciso que cada uno cumpla su papel con ese difícil equilibrio entre la sensatez, la firmeza y el diálogo. Cuando alguien quiere romper la cuerda, acaba por romperse. Porque en este caso, como en otros en los que afectan a la sociedad de un territorio, no cabe eso de que dos no se pelean si uno no quiere. Porque de lo contrario, una parte, la que hace más ruido, la que quiere bronca, subyuga a la otra, como ha ocurrido durante los últimos lustros, mientras nuestros políticos eran esos de la salida del bar que o echaban más leña o miraban sin hacer nada o, lo peor, se marchaban sigilosamente.

La Justicia y la Guardia Civil son el último reducto, el cuartel seguro de la convivencia. Ese que nunca falla una vez que ha fracasado la política. Pero no es suficiente y todos, desde la política, hasta los políticos, los medios de comunicación, los propios ciudadanos debemos estar a la altura. Por ello es extraordinario escuchar a personajes como Serrat, Borrell o el tenista Nadal mojarse, dar la cara y hablar sin tapujos ni miedo. Con valentía.

Se trata, sin más, de que prevalezca la verdad. Vienen tiempos duros, en los que irremediablemente se quedarán cosas por el camino. Al menos, que tengamos el convencimiento de que hemos hecho todo lo posible por defender la unidad de España, la convivencia y la Justicia.

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