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Terreno vidrioso

EDITORIALES ·

La tramitación de los indultos a los condenados por el 'procés' puede abrir costuras en las instituciones del Estado

Jueves, 24 de septiembre 2020, 07:40

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El ministro de Justicia reveló ayer que el Gobierno se dispone a tramitar la próxima semana las solicitudes de indulto que ha recibido para los dirigentes independentistas condenados por los sucesos de septiembre y octubre de 2017 que derivaron en un fallido intento de secesión de Cataluña. Un procedimiento que coincidiría con la anunciada reforma de los delitos de rebelión y sedición en el Código Penal. Juan Carlos Campo puntualizó, después de su anuncio, que la iniciativa obedece a las obligaciones legales del Ejecutivo. No obstante, es de resaltar que los acusados rehusaron desde un principio solicitar la medida de gracia al considerar que las penas dictadas y hasta el propio juicio resultaban injustos, por lo que los movimientos más afines al 'procés' han reclamado una amnistía aunque tal supuesto no sea constitucional.

Es probable que el proyecto de reforma del Código Penal entre en el Parlamento antes de que se sustancie la resolución individualizada respecto a las peticiones de indulto. En cualquier caso, el Gobierno no debería quejarse de que la oposición y buena parte de la opinión pública entienda que ambas iniciativas responden a un mismo propósito político: relajar los ánimos en la política catalana respecto al Ejecutivo de coalición PSOE-Unidas Podemos en puertas de unas elecciones autonómicas, alentar en su caso la división entre las opciones independentistas y, en un plazo más inmediato, allanar el camino para la aprobación de los Presupuestos del Estado para 2021. Es verdad que los tipos delictivos de rebelión y sedición merecerían ser revisados por parte del Legislativo; entre otras razones, para equiparar nuestra norma penal con los criterios que rigen en los demás países de la Unión Europea. Pero resulta especialmente comprometido que se proceda a su corrección mientras la Justicia sigue entendiendo sobre hechos que han sido calificados en sentencia firme con esos tipos penales y no exista un amplio consenso parlamentario al respecto.

Por otra parte, el Gobierno ha de ser consciente de que la propia tramitación de las solicitudes de indulto, en tanto que requerirá de los informes no vinculantes de la Sala del Supremo que firmó la sentencia y de la Fiscalía, puede abrir costuras institucionales que vuelvan a trasladar al Estado constitucional las tensiones focalizadas en Cataluña sin que éstas se superen de manera definitiva.

Un veto sin explicación

El Rey no acudirá mañana, por primera vez desde que accedió al trono, a la entrega de despachos a la nueva promoción de jueces que se celebrará en Barcelona. Tras la pertinente aceptación de La Zarzuela, el Consejo General del Poder Judicial había confirmado su asistencia en las invitaciones oficiales repartidas, que se ha visto obligado a rectificar ante la sorprendente ausencia de Felipe VI, que ni tiene ningún acto oficial programado para ese día ni ha alegado motivos de índole personal para justificarla. Solo cabe atribuir su no participación en la ceremonia a una decisión de última hora del Gobierno, a quien corresponde refrendar la agenda del jefe del Estado. El Ejecutivo debe explicar las razones que le han inducido a adoptar esa excepcional medida para verificar si está «muy bien tomada», como defendió ayer la vicepresidenta Carmen Calvo sin concretar por qué. Los balbuceos y el secretismo del Gobierno han alimentado una controversia política inconveniente, aún más al estar de por medio la figura del Rey. Su habitual presencia en Cataluña, aparte de ser una muestra de normalidad institucional, ha cubierto en parte el vacío que el Estado ha dejado en esa comunidad con consecuencias que saltan a la vista.

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