Talentos a la fuga
LA TRIBUNA ·
CÉSAR RAMÍREZ
Domingo, 17 de octubre 2021, 10:22
España es una gran catapulta que no quiere parar de despreciar y expeler su talento, tratado a modo de escupitajo. Copiando la parábola de los ... talentos del evangelio de San Mateo, nuestro país debería ser empujado a las tinieblas y condenado al llanto y rechinar de dientes por no saber cuidar ni multiplicar, sino al contrario enterrar como un siervo malo, uno de los mayores dones que la naturaleza nos da. Aquí nos gusta más el principio de Peter, la jerarquiología inversa de la promoción de la incompetencia que permite que la máxima autoridad sanitaria de nuestro país, la ministra de Sanidad, nos diga hace pocos días que «las mascarillas permanecerán mientras estén presentes el virus de la gripe u otros». En España, definitivamente, Dios le da el pan de la promoción profesional con demasiada frecuencia a quien no tiene los dientes del talento.
El Consejo General de Colegios de Médicos estima que en los últimos diez años unos veinte mil facultativos aproximadamente han puesto rumbo al extranjero para asentarse en los sistemas sanitarios de algunos países europeos vecinos como Francia, Suecia, Irlanda, Reino Unido o Alemania. El debate sobre las razones trasciende las novecientas palabras de esta tribuna pero hay que establecerlo en dos niveles. El pobre salario (casi la mitad en bruto respecto de los países de destino) y las malas condiciones laborales, con contratos mayoritariamente precarios a tiempo parcial y de corta duración, que chocan con la generación más brillante de los bachilleres del trece y pico, las notazas en la facultad, el filtro del examen MIR y los duros años de formación hospitalaria chupando rueda. Estamos, teóricamente y en su globalidad, ante la juventud más brillante intelectualmente y talentosa del país y se les ofrece una salida que es inaceptable para quienes no tienen, además en su mayoría, una cultura vocacional de servicio fuertemente arraigada de base ni se les ha transmitido un espíritu de compromiso con lo público en nuestro país. Retener el talento implicaría trabajar con previsión para establecer mecanismos de adherencia de los jóvenes profesionales al sistema sanitario público español y buscar fórmulas de remuneración más competitivas (incluyendo una productividad variable real y personalizada que sea capaz de premiar a los mejores), y no la barbaridad de consolidar cada vez a más profesionales con ofertas públicas de empleo continuas para crear más médicos funcionarios 'low-cost'. La solución para que los médicos no se vayan fuera no es darles una plaza fija en propiedad pronto con un salario bajo, ya que eso es abrirles la puerta para buscar un complemento económico en la medicina privada y que no tengan proyectos propios en ninguno de los dos escenarios.
¿Cómo hemos llegado a esto? Pues muy fácil, es una cuestión de números. El gasto público en salud en nuestro país respecto del producto interior bruto (PIB) se ha ido reduciendo en los últimos diez años, habiendo pasado del 6.4% en 2010 a estar por debajo del 6% en el 2019 pre-Covid, en cualquier caso muy inferior a países como Francia, Alemania o Estados Unidos, en los que este porcentaje llega casi hasta el 10% del PIB. Y, además, en Andalucía, el gasto en salud por habitante es el más bajo de toda España (con cifras sonrojantes que son casi un 50% inferiores a la del País Vasco o Navarra). Y esto no tiene signo político, pues corresponde a los pellizcos zapateriles y montoristas a nivel nacional y a la incapacidad del actual Gobierno andaluz de haber revertido las cicateras cifras del régimen socialista anterior. Cuando la gente me pregunta qué ha cambiado en la Sanidad Pública Andaluza en los últimos tres años, la respuesta que doy es siempre la misma: nada. La vida sigue igual, pero por desgracia esto no es un meme de Julio Iglesias. Ya vemos que es todo una cuestión de pasta pura y dura; si no hay dinero para invertir en sanidad (porque la salud es una inversión y no un gasto), tampoco hay dinero para pagar bien a los actores del sistema, los médicos.
Y para los colegas que se quedan en nuestro país, la apuesta para explotar su talento pasa de forma obligada por un desarrollo profesional basado en la independencia y la autonomía, buscando estar siempre lo más alejado posible de la política sanitaria, de los políticos y de la sumisión al poder que su cercanía promueve. Porque además, la ausencia de inversión en salud también ha generado, históricamente, el desarrollo de una red de cargos intermedios dependientes de las estructuras políticas del momento y con poco nivel de profesionalización que, al trabajar sin autonomía real, tienen poca capacidad de toma de decisiones y además un nivel de remuneración también insuficiente para su perfil teórico (que nunca será real) de responsabilidad. Si los gestores no son profesionales, independientes y de alto nivel, ¿qué confianza van a encontrar los profesionales de pie en la cúspide de la pirámide sanitaria? Los gobiernos tienen que aprender de una vez que la retención del talento, entendido como quedarse con los mejores y que exploten al máximo sus cualidades, debe pasar por una inversión muy importante y significativa en los profesionales de la sanidad a todos los niveles, desde la cúpula de la gestión hasta el último médico adjunto, y por mandar mensajes que potencien la autonomía y la independencia como los elementos de valor dentro del sistema. Mientras las cosas sigan como hasta ahora, sin poner un duro de más por parte de la Administración y con un pirámide de prestigio invertido al estilo del principio de Peter dentro de las instituciones sanitarias, el talento seguirá huyendo, la sanidad seguirá siendo un elemento político y los médicos seremos la nueva clase mendicante que nunca deberíamos haber llegado a ser.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión