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Susana

FRANCISCO APAOLAZA

Jueves, 6 de diciembre 2018, 00:05

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Esta columna es para ti, oh Susana Díaz, Cersei de Triana, 'emperaora' de los reinos del Al Ándalus perdido, princesa de los Campos Elíseos, que Estrabón situó en las planicies entre Jerez y El Puerto. A ti los historiadores te situarán en alguna parte entre Medea y Bridget Jones; entre Eurípides y Omaita.

Oh Susana, que perdiste Granada, nieta de Helios, hija de Herakles-Melkart, prima del boatiné, del PER, de los Fondos Feder y del sofá de escai. Oh tú y tu Susanato del paro, de los Eres, del Plan Bahía, de los viejitos de Juan y Medio y de las facturas de los 'puticluses'. Oh tú, Beyoncé del felipismo tardío, single lady que me gustas porque me recuerdas a mi abuela, que era de Huelva y que en el exilio helado de Donosti un día a la hora del telediario me confesó que votaba al PSOE porque Felipe González decía 'invienno'.

Oh, tú, capitana -qué digo capitana, ¡galeona!-, que purgas tus pecados y los de otros, Susana del Susanismo de la derrota eterna de Trafalgar, de esa Andalucía elíptica de Los Morancos, de los Eres y de Federico, y aquí vuelve mi abuela Elena marcando el ritmo ternario de un fandango de la memoria con los nudillos sobre el brazo del sofá desde el que vio pasar los treinta últimos años de su vida como quien ve nevar: pompompom, uno, dos, tres, pompompom, un, dos tres; tres banderilleros en un redondel. Y tres contradicciones: una, que pierdes ganando, dos que tu líder es tu asesino y tres, que te echan por no ganar unas elecciones que perdieron los que te echan. Huelga de hambre en Cataluña y ayer aquellos pidiendo tu cabeza en una bandeja rodeada de langostinos de Sanlúcar. Hoy creen que te rendirás sola como siempre termina por rendirse el verano y tú, oh Susana, tú morirás matando porque tú eres de esas mujeres que van a la guerra sin música.

En Ferraz, donde quieren marcar más ritmo que una batucada en el aniversario del 15M, han dibujado una pietá electoral de Caravaggio. Ya anda olisqueando tus tobillos de alambre ese Pedro, que es la madre de Boabdil en calzonas del Estudiantes y no sé qué decirte, quizás solamente que desde la nostalgia perpetua de este Madrid en el que escribo, ciudad desbocada como un galope de verdiales, te veo triste en las portadas de la realidad y que te confieso que tu ceño fruncido es más bello que la batalla de Samotracia.

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