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The special rapporteur (el relator)

Por ahora ·

Es nauseabundo negociar fuera de la Constitución y también lo es vendernos a los españoles a cambio de más Moncloa o para conseguir consolidar privilegios territoriales o acariciar perniciosas independencias

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 10 de febrero 2019, 00:02

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Lo peor de mentir no es sólo la deslealtad y la impostura que ello supone, sino también que el engañado acabe por saberlo. Tras la chocante 'cumbre' de los gobiernos de España y Cataluña en diciembre de 2018, se contó que el catalanismo había presentado un documento de 21 puntos, algo que fue negado por el Gobierno. Sin embargo, ante la creación de una 'mesa de partidos' en Cataluña, Torra ha filtrado el documento y su infamante e incomprensible contenido. Concretamente en su punto 3 se reclama la presencia de una mediación internacional «que ha de facilitar una negociación en igualdad». Para 'aclarar' qué estaba ocurriendo, la vicepresidenta Calvo convocó una rueda de prensa en la que informó que a la citada mesa acudiría también un «relator». La polvareda levantada ha sido masiva.

El Gobierno de Sánchez negocia estos días a toda prisa el apoyo a sus presupuestos por parte de la misma mayoría que le respaldó en la moción de censura. El independentismo, como se ha hecho público, exige para dar su voto favorable una serie de gestos, señales o actos, que han pasado de ser difusos a tener formato documental. La tácita aceptación del Gobierno de trabajar sobre el infamante papel-21 ha escandalizado a propios y extraños, a todos. ¿Cuánto vale el apoyo presupuestario? ¿Hasta dónde es capaz de llegar Pedro Sánchez y su Gobierno?

Si tomamos el vocablo 'relator' y buscamos su traducción al inglés, aparece la palabra 'rapporteur', si de nuevo la traducimos al español encontraremos 'ponente'. A nadie se le escapa que el uso del término 'relator' no es frecuente en nuestro idioma. De hecho, es una denominación elegida por la ONU para hacer intervenir en su representación a un personaje independiente en conflictos de carácter internacional que tengan que ver con el respeto a los Derechos Humanos. La figura del 'relator especial de la ONU' es de frecuente aparición para diversas cuestiones y países en el sentido referido. Y ahora viene Carmen Calvo y nos lo cuenta llena de confusión y con toda suerte de contradicciones. Desde luego, cabe deducir -como han hecho todos- que la vicepresidenta trasladó el eufemismo pactado -relator- para no pronunciar 'mediador internacional', habría sido demasiado fuerte. A resultas de la intervención de Calvo, la señora Artadi no quedó muy satisfecha y quiso matizar sus palabras: «El relator es para la mesa de partidos de España y para tratar de la autodeterminación».

Decía Andoni Ortúzar -el presidente del PNV- que es nauseabundo convocar una concentración en favor de la unidad de España, tras encomiar los «procesos de diálogo», terminaba sus palabras con un «que nadie nos espere en Colón». (Y nadie los espera). Está claro que Ortúzar se siente compelido, él sabrá por qué, nosotros sólo podemos sospecharlo. Y, sí, es nauseabundo mentir, lo es negociar fuera de la Constitución y la ley y también lo es vendernos a los españoles a cambio de unos meses más en Moncloa o para conseguir consolidar privilegios territoriales o acariciar perniciosas independencias prometidas. Es nauseabunda la traición.

Han pasado muchos años, demasiado largo el supremacismo. Hemos visto muchos Sánchez, algunos Torra o Puigdemont, también unos cuantos Ortúzar, pero las sucesivas versiones empiezan a verse muy estropeadas. No existen soluciones imaginativas para blanquear los egos nacionalistas ni sus pretensiones, no pueden justificarse las ansias independentistas con ningún argumento serio, no puede sacrificarse a la inmensa mayoría de españoles por el deseo de unos cuantos insistentes iluminados. Ese tótem recurrente de 'hacer política' por encima y en desprecio de la ley es una mentira muy gorda que no será nunca verdad a fuer de repetirlo. En democracia quien quiere cambiar las normas debe conseguir los votos necesarios. Crear una mesa de partidos, como se hizo en el País Vasco con la Mesa de Estella, para sustituir o significar la voluntad del pueblo es estafar a la democracia. Vamos a rechazar este plan del papel-21 como en su día se rechazó el Plan Ibarretxe y, si Pedro Sánchez insiste en poner en jaque a España y su Constitución, acabará por no tener los apoyos del propio Partido Socialista. Como dijo Alfonso Guerra, «aprobar los presupuestos es vital, pero mantener la dignidad de la nación es una prioridad que empequeñece la adversidad de una votación contraria a las cuentas del Estado».

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