El GPS y los sondeos

Sin ir más lejos ·

El geolocalizador, sin embargo, no puede ser un sambenito digital para todos los empleados de Limasa

Los GPS para los trabajadores de Limasa ya empiezan a pitar mucho antes de que se hagan realidad como 'gadget' de la fiebre geolocalizadora que ... por ahora solo aqueja al alcalde. Más que un móvil pensado para controlar la jornada laboral y los movimientos de los empleados es por ahora una curiosidad colateral para calentar el debate de la municipalización, tal vez una estrategia de despiste en la que resulta difícil encontrar siquiera una brújula. El GPS no deja de ser un eufemismo tecnológico para saber cuando y cuánto se mueve un trabajador, donde está, pero no su rendimiento, algo muy distinto. Hay quien piensa que De la Torre y la concejala del ramo, Teresa Porras, se proponen colocarles a los hombres y mujeres de azul y verde, otro traje invisible a lo 'black mirror', posicionarlos vía satélite como esa futura especie de la plantilla municipal bajo sospecha permanente. La decisión de la municipalización está tomada, y el camino se anuncia intenso, con novedades efectistas de dudosa efectividad. Las calles son el gran test del trabajo de la plantilla de Limasa y ahí el foco ciudadano se enciende a cada paso. El geolocalizador, sin embargo, no puede ser un sambenito digital para todos los empleados. El margen de confianza convertido en sobredosis de recelo municipal no parece un buen comienzo para integrar a los 1.600 trabajadores en la casa común. El alcalde desactivaba esta semana el posible efecto en las nóminas de los famosos sondeos vecinales, esa herramienta por barrios que comparada con el GPS resulta todo un alarde de sensatez.

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Los malagueños somos los españoles que más pagamos por la limpieza, pero a la vez estamos entre los más descontentos. Las encuestas no van a ser esa vara discrecional para poner y quitar euros cada mes a la productividad, pero como forma de saber qué opina la ciudadanía no tienen muchos sucedáneos. Frente al absurdo de fiscalizar a todos los trabajadores de Limasa -cumplidores, o no- el grado de satisfacción y malestar vecinal da la foto del rendimiento sin agravios ni culpables individuales. Desde hace años, cada autobús en Málaga está geolocalizado, con sus paradas, recorridos, tiempos y relevos controlados en tiempo real. Cada conductor no se siente por ello víctima del seguimiento implacable del poder municipal, sino salvado del billete al caos. El transporte público de Málaga, hipercontrolado, encabeza la eficiencia entre las grandes ciudades, pero el carrito de la escoba con operario al mando es otra cosa. El GPS vital en el bus no hará milagros aquí. Controlar es un derecho de cualquier empresa, pero la administración es un territorio algo distinto. La hora de salida del trabajo goza de cumplimiento estricto pero el resto es terreno opinable como el tiempo del desayuno. No es lo mismo estar en una oficina pública sin ventanilla aunque enterrado en expedientes que verse de pronto empleado público de la limpieza pasando de largo entre papeles tirados en la calle. El GPS aquí serán las miradas.

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