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¿Para qué sirve Mozart?

JOSÉ ANDRÉS TORRES MORA

Jueves, 1 de enero 1970

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La pasada semana parlamentaria ha traído una buena noticia: la aprobación, por unanimidad de todos los grupos políticos, de una Proposición No de Ley (PNL) para recuperar la importancia de la Filosofía en el currículum de la Enseñanza Secundaria. Una PNL es algo así como un consejo que el Parlamento da al Gobierno, y es verdad que, como se suele decir, los consejos son baratos. Sin embargo, sé por experiencia que muchas leyes comienzan siendo PNLs. Así que es posible que, en un plazo que nunca será tan breve como desearíamos, una mañana de otoño, los adolescentes de nuestro país tengan la maravillosa oportunidad de encontrarse, al entrar en su aula, con Sócrates y Protágoras discutiendo sobre la democracia. Que esa conversación les resulte apasionante, o un tostón insoportable, va a depender en buena medida del profesor o la profesora que les toquen en suerte, porque tanto Sócrates como Protágoras no están en condiciones de hacer más de lo que hicieron por elevar el nivel.

La recuperación de la asignatura de Filosofía ha supuesto también la recuperación de un debate que estuvo en el origen de su casi desaparición: el de la utilidad de determinadas materias. ¿Utilidad para qué? La respuesta que surge espontáneamente es utilidad para el empleo. Y eso nos lleva a un debate bastante trillado sobre qué empleo, si el empleo presente o el futuro. Hace unos días escuché decir a un matemático de unos cuarenta años que cuando estaba en la Universidad y le preguntaban qué estudiaba, al decir que Matemáticas, la respuesta inmediata era: «¡Ah!, entonces, ¿te vas a dedicar a dar clase en un instituto?». Hoy las empresas se rifan a los matemáticos. Lo que demuestra lo difícil que es prever las necesidades del sistema productivo incluso en un plazo bastante corto.

Por otro lado, si hay que subordinar el sistema educativo al sistema productivo, ¿quiere esto decir que si los capitalistas de un país apuestan por una economía exclusivamente basada en el ladrillo y en el turismo, el sistema educativo debe exclusivamente producir buenos albañiles y camareros? ¿No es mejor desarrollar todo lo que den de sí las capacidades intelectuales de los jóvenes y que espabile el sistema productivo si quiere aprovecharlas? ¿No es mucho peor castrar la inteligencia 'sobrante' de una generación? ¿A quién le sobra inteligencia, cultura, conocimiento?

Cuando, a comienzos de los ochenta, acabé Sociología, y los jóvenes teníamos tasas de paro del cincuenta por ciento, me apunté a un curso de informática para mejorar mis posibilidades de empleo. A mi lado se sentaba una joven licenciada en Ciencias Químicas. Un día me preguntó: «¿Para qué sirve la Sociología?». Le dije: «Tengo dos respuestas, la primera es que la Sociología sirve para explicarte por qué me has hecho una pregunta de carácter instrumental, me has preguntado para qué sirve, no qué es la Sociología». No muy convencida, me dijo: «¿Y la segunda?". Le respondí: «¿Sabes para qué sirve un ingeniero de teleco que hace un tocadiscos?». Ella dijo: «Sí». Entonces le pregunté: «¿Y para qué sirve Mozart?».

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