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La serpiente blanqueada

El sitio de mi recreo ·

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Sábado, 5 de mayo 2018, 10:10

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ETA no merece un final. Las víctimas sufren con el relato pactado que hemos conocido estos días, que pretende obtener una absolución histórica de la organización criminal y que nos repugna a todos los que tenemos memoria y corazón. La derrota es el único epílogo que merece esta organización totalitaria y asesina.

El terrorismo no es necesario, ni definitivo. El crimen nunca tuvo razón, ni patria, ni premio. La muerte no logró acercar a los hombres ni alcanzó meta alguna. La violencia siempre ha transformado a los hombres en monstruos sin corazón y sin alma.

La lección de dignidad de las víctimas de ETA nos ha hecho entender a lo largo de estos años que no hay que buscar causas a este tipo de conductas asesinas, porque sabemos que sólo ayudan a construir el falso relato a los criminales y a los que los apoyan. El terror no tiene un origen, sólo persigue un fin: la destrucción del hombre.

Para disparar a un hombre, primero el terrorista ha tenido que matarse a sí mismo, a su familia, a sus amigos, a su sociedad. La radicalización de las personas no es otra cosa que la muerte del hombre como ser social. No se soporta a él mismo, ni a sus iguales, y sólo puede ayudar a construir un lugar en el que sea imposible vivir. La crueldad humana sólo crece en el corazón del que abandonó la tarea de ser persona.

Los españoles fuimos forzados a madurar con los zarpazos de los terroristas. Esta historia de sufrimiento compartido nos mostró que con las víctimas siempre hay que estar de su lado. Se merecen memoria, dignidad y justicia. La delicadeza con ellas, el desvelo por su caminar interrumpido, señala la altura de una sociedad que no se olvida de los más débiles.

Frente a los terroristas sólo cabe la firmeza en la defensa de nuestros valores y de la vida de cada uno de nosotros. La eficacia de la ley y el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son herramientas probadas con éxito en estos años de plomo. No hay lugar para los que quieren blanquear a la serpiente.

Sólo desde el complejo de los espíritus débiles e interesados pueden entenderse las posiciones de algunos personajes públicos que afirman que nuestra sociedad no sólo debe pasar por esta dura prueba del crimen terrorista, sino que debe sufrir también el castigo, por ser de alguna forma corresponsable en la génesis de esta barbarie. Esta posición no sólo es injusta, sino que no es veraz, ni real. No somos culpables del terror. Frente a la mezquindad del terrorista, lo sublime de las víctimas.

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