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La sentencia del 'procés'

El fall0 no debería interferir en el diálogo político que avance hacia la normalidad institucional

Domingo, 13 de octubre 2019, 09:52

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Este lunes, con mucha probabilidad, se conocerá la sentencia del juicio celebrado por la Sala Segunda del Tribunal Supremo a los acusados del 'procés', una tentativa independentista que incluyó el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y la posterior declaración unilateral de independencia del 27 de octubre. Cuatro meses duró las actuaciones por las que pasaron 422 testigos. Ayer, para descontento del juez Manuel Marchena, se conoció que la condena, por unanimidad, será por sedición y no por rebelión, ya que, si bien hubo violencia en ciertos momentos, esta no tuvo la suficiente entidad como para justificar la existencia de rebelión. También habrá condena por malversación para el exvicepresidente Oriol Junqueras y los exconsejeros presos. No así para Santi Vila, Carles Mundó y Meritxell Borràs, que serán condenados solo por desobediencia. Los hechos probados ocurrieron a la vista de todos por lo que las discrepancias surgieron en su interpretación. Unos sucesos que la Fiscalía calificó de «alzamiento violento» fueron para algunas defensas simples episodios de desobediencia civil. En el fondo, la dificultad interpretativa estribaba en la inexistencia de una jurisprudencia clara, lo que obligaba a medir con sutileza el alcance del concepto de violencia: ¿hasta dónde abarcan los derechos de expresión y de manifestación y dónde empieza la violencia ilegítima? Es notorio que en el propio mundo judicial no había unanimidad en esta materia. Es previsible en todo caso la interposición de recursos de amparo ante el Tribunal Constitucional, en el que ya se detecta cierto mar de fondo por la dificultad del encargo. Tiene pendiente la petición de amparo de unos condenados por el asalto al Parlament en junio de 2011, y habrá de atenerse a la jurisprudencia sentada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el 'caso Atutxa'. Así pues, aguarda una larga cadena de recursos, que no debería interferir en el diálogo político que intente cerrar las heridas abiertas y que, por la vía del realismo, avance hacia fórmulas acordadas que devuelvan la normalidad institucional.

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