El salto de la rana
Si desde la izquierda se llama a filas a sus partidarios para que acepten sin rechistar -e incluso con entusiasmo- los cambios de timón de ... Pedro Sánchez en nombre de una supuesta convivencia, desde la derecha se da carta libre para que cada elemento defienda la posición como mejor sepa y entienda. Será cosa del liberalismo a ultranza o del dogma de José María Aznar (ya saben, «el que pueda hacer que haga, el que pueda aportar que aporte, el que se pueda mover que se mueva...» etc.). El resultado es curioso. La militancia socialista marca con uniformidad monolítica el paso de la oca mientras que el PP ha optado por el salto de la rana. El disparate.
Publicidad
Dicen los entendidos en el innoble asunto de la tauromaquia que el salto de la rana fue un estrambote protagonizado por El Cordobés con la pretensión de elevar el disparate a la categoría de arte, o algo similar. El resultado, tanto para los exquisitos en la materia como para los profanos, no fue otra cosa que el ridículo. Un esperpento con pretensiones. Eso es lo que está llevando a cabo, por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso. Lejos de reconocer que su pareja sentimental tenía un problema fiscal, se embutió en el traje de Agustina de Aragón, puso la llama en su cañón particular -una bombarda llamada Miguel Angel Rodríguez-, y comenzó a disparar sobre su blanco preferido, el Palacio de la Moncloa. Con la conciencia, no ya de lavar el honor de su novio, sino con el de librar al pueblo español del invasor que se ha atrincherado en el susodicho palacio.
Y de ahí, todo cuesta abajo -o arriba, vaya usted a saber-. El delirio. Hacienda debiéndole 600.000 euros a su enamorado, periodistas encapuchados asaltando a los viejitos de su vecindario e interrogando a las niñas del lugar. Mafiosos, comunistas, robapatrias. Y su entusiasta asesor doblando la apuesta, amenazando a otros periodistas, sacando pecho tabernario, subiéndose a la parra -o la barra- y haciendo el salto de la rana, ahora con pértiga. Y el jefe, Núñez Feijóo, con la vista en otro paisaje, sin querer mirar a la pradera de san Isidro por lo que pueda pasar, o pasarle. Mandando escarbar a su boy scout Tellado en busca de reuniones de Begoña Gómez, y Tellado, cual repelente niño Vicente, dando la lección en el Congreso de los Diputados y apuntando en la pizarra sus progresos como saltarín de la rana o del sapo. Del sapo que nos tragamos todos los ciudadanos asistiendo a tan chusco panorama de koldos, ábalos, ayusos y perros ladradores y mordedores al estilo Miguel Angel Rodríguez. Pero ya se sabe. El que pueda hacer que haga, el que pueda aportar que aporte y el que pueda saltar que haga el salto de la rana.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión