Multitud de personajes, desde un relativo o total anonimato, han venido conformando la historia de los pueblos y ciudades, generalmente sin que sus trayectorias hayan ... sido plasmadas en escrito alguno. Recuerdo a uno de ellos. Don Manuel Hidalgo fue un sacerdote que ejerció, durante muchos años, como coadjutor de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Su labor pastoral la realizó siempre muy cerca de los niños y jóvenes. Don Manuel era incansable en la organización de actividades (deportivas, medioambientales, culturales); los niños de aquella Marbella de los sesenta y primeros setenta nos sentíamos muy bien con él y las familias también porque eran consciente de los valores -algo tan escaso en estos tiempos- que el cura inculcaba en los infantes. Don Manuel Hidalgo se mantuvo en un segundo plano -quizás sería más exacto decir «discreto plano»- en la vida eclesiástica de Marbella; quizás por eso la memoria, en su caso, no ha sido ni agradecida ni desagradecida, sino que sencillamente nunca se le ha valorado en sus justos términos. Todavía no ha surgido quien decida «ponerle en valor», según la expresión vigente. Hay que tener una buena cantidad de años reflejada en el carné de identidad para saber de quién estoy escribiendo. Curiosamente, el sacerdote, de manera colateral, figura también en la historia de la radio local. Durante muchos años, coincidiendo con el curso académico, Manuel Hidalgo organizó en la emisora sindical Radio Marbella, el concurso 'El que sabe, sabe'. Se trataba de una exitosa emisión de carácter cultural en la que participaban equipos de alumnos que cursaban bachillerato en el único instituto que entonces existía en Marbella; el que había surgido como Instituto Laboral a mitad de la década de los cincuenta, impartiendo las primeras clases en el edificio del Ayuntamiento. Más tarde se denominaría Técnico y Nacional de Bachillerato. Don Manuel se encargaba de coordinar a los equipos, de redactar las preguntas a las que debían contestar y de gestionar los premios con los que eran recompensados los equipos mejor clasificados .
Creo recordar que el primer premio consistía en un viaje. Cada equipo participante respondía a un nombre que ellos mismos elegían. El más original, sin duda, era el 'Kurchatovio', que se trataba de un elemento químico que había sido sintetizado en los primeros años sesenta y, al haber venido a engrosar la tabla periódica, era objeto de actualidad para los estudiantes de la época, que recibían clases del profesor Vicente Ramón Ortega. Ese elemento (no sin polémica en el seno de la comunidad científica internacional) pasaría después a denominarse «rutherfordio», según me cuenta un amigo experto en la materia. 'El que sabe, sabe' no se emitía en directo, dadas las carencias de infraestructura de la época en la emisora Radio Marbella. Se grababa en el salón de actos de la Casa Sindical (situada en la avenida de Ricardo Soriano hasta su demolición) en cuyo lateral de poniente se encontraban los estudios de la radio. La emisora sindical cubría una programación variada, desde las nueve de la mañana y hasta la media noche, profesionales que elaboraban los programas artesanalmente. Eran los presentadores de 'El que sabe, sabe' el director de la emisora, Juan Carlos Reina, y la Jefa de Programas, María Elvira Borrego. El soporte técnico consistía simplemente en un magnetófono Philips, de cinta de casete, lo más avanzado de la época. Creo que en la última etapa se llegó a utilizar un magnetófono Revox de cinta abierta. La grabación de aquel programa era una verdadera algarabía y los componentes de los diferentes equipos se jugaban el tipo para ser los primeros en entregar la papeleta con la respuesta. Una emisión radiofónica que fomentaba la cultura y que iba dirigida a la audiencia joven. Se emitía a las nueve de la noche y contaba con una fiel audiencia, fundamentalmente compuesta por estudiantes. Era la obra de un sacerdote al que todos llamábamos don Manuel, el único don Manuel que en Marbella no necesitaba del apellido para saberse de quién se estaba hablando. En un momento dado, por circunstancias personales, el sacerdote fue trasladado a la iglesia del Sagrario, en Málaga, donde pasó sus últimos años. En Marbella había dejado lo mejor de su tarea pastoral.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión