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Ahora que se ha producido un relevo en la Consejería de Salud de Andalucía es el momento de, con calma, prudencia y vista larga, reflexionar sobre lo que hay que mejorar a corto plazo en la sanidad pública andaluza antes de que ya sea demasiado tarde salvo para firmar el parte de defunción. El bipartito que se ha hecho con las riendas de la Junta tiene ante sí el deber inexcusable de cumplir las promesas realizadas tanto por el Partido Popular como por Ciudadanos durante su etapa en la oposición. Hay que hacer cambios reales, eficaces y que inyecten energía a unos hospitales y centros de atención primaria que se ahogan entre estertores que no se solucionan con parches. Al SAS hay que darle la vuelta como a un calcetín y convertirlo en una herramienta que aporte vitalidad y que se gestione con criterios de eficiencia marcados por profesionales que sepan lo que se traen entre manos. Gente válida por su trayectoria y no por llevar en la cartera el carné del partido que los nombra. No vale, como decía Lampedusa, cambiarlo todo para que nada cambie. Para ese viaje no hacen falta estas alforjas. Y aquí hace falta impulsar cuestiones que ya llevan demasiado tiempo en el cajón de las cosas no resultas. Lo pasado, pasado está y ya no se puede modificar, pero sí que es conveniente aprender de los errores para no volver a cometerlos.

Lo de borrón y cuenta está muy bien, pero para que salgan las cuentas de la sanidad pública de Andalucía en general y de la de Málaga en particular hay que variar el rumbo y, sobre todo y ante todo, analizar cuáles son las prioridades. El primer paso para la curación de un paciente es lograr un diagnóstico certero para, a continuación, fijar el tratamiento más idóneo. Hay tanto que solventar que solo con cabeza, capacidad y aptitud se obtendrán los resultados. Lo principal es tomar decisiones lógicas y que tengan a los enfermos como centro del sistema. Y, aplicando esa frase coloquial que dice que lo primero es antes, hay que gastar bien, con un aumento notable de la inversión para dotar a las plantillas de un mayor número profesionales, incrementar los medios materiales de los centros sanitarios, combatir las demoras excesivas que soportan los enfermos, enfrentarse con garantías a la saturación de las urgencias, potenciar las infraestructuras, agilizar proyectos que ya huelen a rancio (como el nuevo hospital de SAS en Málaga) y acometer de una vez por todas la segunda reforma la atención primaria. En esos asuntos no se puede escatimar ni un céntimo.

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