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ROSA BELMONTE
Jueves, 1 de noviembre 2018, 00:10
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En la última película de Spike Lee, un policía afroamericano de los 70 se hace pasar por blanco ario al hablar por teléfono con el líder del Ku Klux Klan. Cuando tiene que dar la cara, hay que sustituirlo por un agente infiltrado blanco. No habría habido tanto lío (quizá ni película) si el blanco hubiera hecho todo desde el principio. Lo peor de la película es la brocha gorda. Los supremacistas blancos son malos sin matiz, así que no te los tomas en serio, como las teles de España han retratado a cualquier persona a quien le pareciera que lo de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos era innecesario o mala idea. Eso antes de la pintura roja y del lío por el posible destino en La Almudena. O lo del Vaticano y Carmen Calvo desmintiéndose mutuamente. Dado su conocimiento pixi del latín tampoco se puede recordar a Calvo lo de «Roma locuta, causa finita» (Roma ha hablado, el caso está cerrado). Pensaría que la están llamando loca.
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