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Los retos de las finanzas sostenibles

La Tribuna ·

El término se refiere al proceso de tener debidamente en cuenta las cuestiones ambientales y sociales en las decisiones de inversión, que se traduce en mayor inversión en actividades sostenibles

José M. Domínguez Martínez

Domingo, 20 de enero 2019, 01:20

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Es una expresión de moda, en pleno auge. Aunque desde hace varios años se venía hablando de 'finanzas sostenibles', ha sido en la recta final del año 2018 cuando su notoriedad ha empezado a hacerse más patente, extendiendo su influencia a un ritmo acelerado. No obstante este protagonismo, pueden surgir dudas razonables acerca de su verdadero significado y del ámbito objetivo que abarca: ¿Va referido a la sostenibilidad del sector financiero en sí mismo, o más bien a la contribución de las finanzas al desarrollo sostenible, a la lucha contra el deterioro medioambiental? ¿Podemos estar ante un incumplimiento práctico de la que podríamos denominar 'regla tinbergeniana del lenguaje económico', a la que, hace algo más de un año, aludía en una entrada de mi blog personal?

Tratemos de salir de dudas con la ayuda de la Comunicación de la Comisión Europea de 8 de marzo de 2018: «El término 'finanzas sostenibles' se refiere en general al proceso de tener debidamente en cuenta las cuestiones ambientales y sociales en las decisiones de inversión, lo que se traduce en una mayor inversión en actividades sostenibles y a más largo plazo». La mezcla de cuestiones, aun cuando la necesidad de su consideración sea indiscutible, no sirve de gran auxilio para delimitar las fronteras, aunque solo sea a efectos analíticos. Asumiendo que pueda ser una opinión absolutamente minoritaria, la emulación de la regla tinbergeniana en el terreno de la comunicación, en el sentido de reservar un término para cada aspecto clave, puede permitir evitar equívocos y seleccionar las medidas más adecuadas para cada objetivo.

A pesar de las interrelaciones que se dan en la praxis entre los distintos problemas económicos y sociales, parece fuera de discusión que el deterioro medioambiental es el que está en el centro del foco de atención en el caso que nos ocupa. Aunque no falten posiciones minoritarias de escepticismo o incluso de crítica, el consenso científico ha puesto de relieve las consecuencias nocivas para el planeta y para la humanidad si no se adoptan medidas contundentes a escala internacional para frenar las emisiones de CO2 y el calentamiento global. Hay una buena y una mala noticia. La buena es que existen tecnologías e instrumentos disponibles para atajar el cambio climático; la mala, la falta de una acción efectiva coordinada a escala mundial. Episodios recientes testimonian el contraste que puede existir entre propugnar medidas correctoras y ser destinatario de las mismas. 'La gran inacción', en expresión propuesta por The Economist, puede acabar teniendo efectos deletéreos.

Los aspectos esenciales del movimiento a favor de las finanzas sostenibles son, a mi entender, el énfasis en el papel que el sistema financiero puede desempeñar para favorecer la preservación del medio ambiente y, al mismo tiempo, la llamada de atención acerca del impacto que los riesgos medioambientales pueden tener en la solvencia y la estabilidad de las propias entidades financieras.

El sistema financiero canaliza los recursos necesarios para la actividad económica, básicamente a través de tres vías: la intermediación bancaria, el mercado de valores y las instituciones de inversión colectiva. Así, es fundamental que, antes de destinar los recursos a colocaciones concretas, se conozca, por parte de los ahorradores y de los inversores, cuáles pueden ser las consecuencias medioambientales. Una buena información, sustentada en datos objetivos y fiables, es crucial para que los flujos de capital puedan orientarse hacia inversiones que permitan compatibilizar el crecimiento económico con el equilibrio medioambiental. La sociedad debe decidir si este proceso se deja en manos de los agentes privados actuando libremente en un marco de transparencia y responsabilidad social, o bien se somete a unos estrictos controles mediante la regulación o la intervención pública directa. Propuestas hay para todos los gustos.

Ahora bien, aunque las entidades de crédito no tuvieran capacidad de incidir en la evolución de la situación medioambiental, se encuentran expuestas a importantes riesgos procedentes de dicha situación. Así, por ejemplo, pueden verse seriamente afectadas por el deterioro de los préstamos concedidos a empresas que se vean impactadas por catástrofes naturales o cuya actividad haya de restringirse por no adaptarse a la transición energética; asimismo, la cartera de préstamos hipotecarios puede reflejar la incidencia de eventuales inundaciones. En fin, los riesgos de dicha tipología están ahí y no es previsible que muestren una tendencia descendente.

Está plenamente justificada, pues, la iniciativa de los supervisores bancarios para ampliar el círculo de los riesgos a computar, cuantificar y vigilar en las entidades de crédito. El cambio climático es una amenaza también para la estabilidad financiera. En 2015, Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra, apuntaba que el problema radicaba en la 'tragedia del horizonte', realizando la siguiente advertencia: cuando el cambio climático llegue a ser visto por suficientes actores como un peligro claro para la estabilidad financiera, puede ser ya demasiado tarde. Hoy día, los reguladores y supervisores europeos y de otras zonas han cogido el guante, y se han puesto manos a la obra, colocando dichos riesgos bajo los focos normativo y de supervisión.

Menos acuerdo existe en torno a las propuestas de disminuir los requerimientos de capital para los 'préstamos verdes' y aumentarlos para los de perfil contaminante ('brown assets'). La transparencia o revelación ('disclosure') de los riesgos es considerada, en cambio, como una alternativa que puede ser eficaz para orientar los flujos de capital hacia los negocios más sostenibles. En cualquier caso, el Banco de Inglaterra ya ha anunciado que, en 2019, incluirá los riesgos medioambientales, dentro de un escenario exploratorio, en las pruebas de resistencia de las entidades bancarias. Las pruebas consisten en dilucidar si, en caso de producirse eventos negativos significativos en escenarios de deterioro, una entidad tendría capacidad de mantener su viabilidad como entidad independiente, sin perder de vista las repercusiones que pudieran derivarse para la economía real.

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