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Felip Ariza
El reto de un futuro mejor

El reto de un futuro mejor

Para que el futuro devenga en el mejor presente posible,el bienestar de cada persona debe ser el de todos

GUILLERMO QUINDÓS ANDRÉS

Domingo, 4 de noviembre 2018, 09:59

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Vivimos momentos delicados y complejos en los que sobran corrupción, movimientos reaccionarios y creencias arcaizantes. Persisten la desigualdad y la marginación étnica y económica. Nuestros jóvenes son tratados como productos de los que solo se espera una rentabilidad económica y tienen difícil conciliar la vida familiar con su desarrollo profesional. Los ancianos adolecen de soledad y los servicios que la sociedad ofrece para atenderles son escasos. Nos enfrentamos a problemas como el cambio climático, el deterioro del medio ambiente, la escasez de agua potable, las hambrunas, las migraciones o el envejecimiento de la población. En nuestro día a día, las mentiras, las verdades edulcoradas o las elipsis son norma y a veces estamos tan saturados que corremos el riesgo de ser indolentes e indiferentes a los asuntos que deberían preocuparnos.

A pesar de esta situación, hay señales en muchos campos científicos y tecnológicos que nos permiten confiar en un futuro mejor. Somos capaces de curar enfermedades que parecían incurables, muchos cánceres son menos letales, la cirugía es menos cruenta, y los trasplantes y los órganos biónicos están mejorando nuestra calidad de vida. También me gustaría pensar que desarrollaremos implantes neuronales con los que nos entenderemos en cualquier idioma y eliminaremos muchas barreras ayudados por unas redes sociales más éticas. Soñando un poco más, siendo optimistas, es probable que la inteligencia artificial y la robotización puedan generar riqueza, facilitando su distribución más justa. Además, un salario universal podría revalorizar el trabajo, potenciar la creatividad, y dificultar la explotación y la alienación laboral. La historia nos muestra que el interés común y la solidaridad fortalecen el progreso de las sociedades.

En mi campo de conocimiento, la microbiología médica, la epidemia de ébola de 2014, que causó miles de víctimas, y la pandemia de la gripe española de 1918, que hizo enfermar a 500 millones de personas, nos enseñaron que la solidaridad es decisiva para controlar acontecimientos tan graves. Es muy probable que tengamos que padecer nuevas epidemias, muchas de origen animal. Para frenarlas será muy importante comprender cuál es su causa, cómo surgen, cómo se transmiten y cómo podemos evitarlas.

Una forma muy eficiente para prevenirlas son las vacunas, que han demostrado su gran valor para protegernos desde la infancia contra muchas enfermedades infecciosas y para reducir el problema creciente de las resistencias a los antibióticos. No todas las personas pueden vacunarse por distintos motivos de salud, como ocurre en el embarazo, en los primeros meses de vida, en la vejez o cuando se sufre una inmunodeficiencia. Que la mayoría nos vacunemos, nos protege y, de forma solidaria, también a todas estas personas. Además, las vacunas cada vez son más eficaces y la biología molecular permitirá reducir el número de dosis y sus efectos adversos.

Por otra parte, hemos creído que únicamente existían microbios peligrosos (patógenos) y, aunque unos pocos lo son, la mayoría son esenciales para el reciclaje del medio ambiente y en muchos ciclos vitales. Descubrimos constantemente hechos sorprendentes, como que los microbios que adquirimos de nuestra madre durante el nacimiento y los que se añaden posteriormente (nuestra microbiota), juegan un papel esencial en nuestro desarrollo. Esta microbiota, con su gran biodiversidad, modula procesos fisiológicos como la digestión, y participa en la enseñanza y entrenamiento de nuestras defensas (sistema inmune) contra el cáncer y los patógenos. Esta simbiosis con los microbios nos convierte en macroorganismos (holobiontes), una comunidad en nosotros mismos creadora de múltiples y beneficiosas sinergias. Es probable que el ADN de nuestras células comparta responsabilidades con el ADN de los microbios de nuestro cuerpo (microbioma).

De esta corresponsabilidad podría depender cómo es nuestro aspecto físico, nuestro comportamiento individual y social, las alergias que padecemos o la respuesta a los tratamientos médicos que recibimos. Esta nueva visión de lo que somos en un sentido biológico puede cambiar muchos conceptos médicos. El microbioma es personal, pero su trasplante podría ayudar a nuestros congéneres a superar enfermedades. Igualmente, se está ensayando el uso de bacterias para tratar enfermedades digestivas y de virus como herramientas contra determinados cánceres y bacterias multirresistentes. Volver a una época preantibiótica, cuando una pequeña herida infectada tenía consecuencias graves, no es una opción y los nuevos fármacos, las vacunas y los microbios podrían aportar nuevos enfoques terapéuticos.

Invertir en investigación es invertir en el futuro. Para que nuestros descendientes estén mejor preparados para afrontar los problemas que puedan surgir, es muy importante que nuestra sociedad les proporcione una enseñanza que fomente el pensamiento racional y crítico, desarrolle la filosofía y las artes, y les ofrezca una sanidad de calidad y universal. Para que el futuro devenga en el mejor presente posible, el bienestar de cada persona debe ser el de todos.

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