La religión del pueblo
Valle-Inclán hacía pronunciar a Max Estrella, su más entrañable personaje dramático, el poeta bohemio y ácrata que protagoniza 'Luces de Bohemia', las siguientes palabras: « ... La miseria del pueblo español, su gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte (...) Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan el gato cuando se les muere».
La lectura atenta de toda la literatura sobre la religiosidad popular católica, a lo largo de varias décadas, no ha hecho sino explicitar por una parte la permanente presencia de la fe popular en nuestra sociedad y por otra la impotencia a la hora de poder explicar de manera contundente y profunda esta realidad inexcusable.
El hecho de que toda teoría sobre la religión del pueblo se alimente teórica, mediática y generalmente de un enfrentamiento que opone la religiosidad popular a la que suele ser denominada religión oficial, es algo que puede conducir por la corriente de la equivocación.
De entrada, según el magisterio eclesial católico, la religiosidad popular es realidad viva en la Iglesia Católica y de la Iglesia Católica. Su fuente se encuentra en la presencia continua y activa del Espíritu Santo en la comunidad de bautizados. Su ocasión histórica es el feliz encuentro entre la obra de evangelización y la cultura; y por eso el magisterio católico ha expresado muchas veces su estima por la piedad popular y sus manifestaciones. De hecho, los obispos llaman la atención a los que la descuidan o la desprecian, para que tengan una actitud más positiva ante ella y consideren sus valores. Es más, tampoco dudan en presentarla como un verdadero tesoro del pueblo de Dios; ha llegado a ser calificada como caudal de espiritualidad. Que quede claro. La piedad popular tiene un sentido casi innato de lo sagrado y de lo trascendente. Manifiesta una auténtica sed de Dios y de acercamiento al misterio como el pueblo sabe hacerlo: desde la sensibilidad, la belleza y el corazón.
Es por eso por lo que la unión armónica del mensaje cristiano con la cultura de un pueblo es lo que con frecuencia se encuentra en las manifestaciones de la religiosidad social, sin ir muy lejos en las magníficas procesiones de Semana Santa y en las manifestaciones más sencillas de la piedad del pueblo.
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