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UN REINO DE ESTE MUNDO

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Jueves, 1 de enero 1970

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Es difícil quitarse de la cabeza la última escena de 'El Reino'. Tanto que hay que tomar aire y respirar para poder levantarse de la butaca. Es una película contundente, intensa, deslumbrante y, por momentos, trepidante que se calienta como un cohete que entra en la atmósfera canalla de la corrupción de nuestro país. La tercera película de Rodrigo Sorogoyen, al que vimos aparecer en el Festival de Málaga con la inquietante 'Stockholm' (2013) y crecer en pantalla con la vibrante 'Que Dios nos perdone' (2016), envida más alto con este 'thriller' implacable con los tejemanejes de la clase política que ha convertido en norma que el servicio público es sinónimo de beneficio propio y del partido. Un agudo retrato que agujerea más allá de la mirada como un taladro en la conciencia de la España actual.

'El Reino' es el feudo que crean una serie de políticos corruptos de provincias que tienen afición a las cuentas 'black' en Ginebra. Hasta que la Guardia Civil y la Policía convierte en un plan A el cerco a su caja B. Los modelos públicos de la trincalina castiza están tan claros que Sorogoyen no necesita ser muy específico para que adivinemos su inspiración. Aunque su puntería es humanizar al corrupto dirigente protagonista, Manuel López Vidal -un creíble Antonio de la Torre que parece que ha delinquido toda su vida sin perder su rostro de hombre familiar-, para viajar al centro de una trama que es una enmienda a la totalidad de la España actual, al propio sistema. Y no se queda ahí. Este 'thriller' retrata a un grupo de bandoleros con corbata como la expresión más moderna de la tradición de la picaresca española, pero también mira hacia abajo. Para encontrar a ese tipo de barra de bar que se da cuenta de que el camarero le ha dado una vuelta con más dinero del que le corresponde y se lo queda.

Sorogoyen nos sirve una película reveladora, atractiva -incluso cuando se deja llevar por el 'thriller' de puro entretenimiento-, angustiosa y, sobre todo, incómoda. Ver como trincan otros no es lo mismo que nos pongan un espejo ante nosotros mismos. Y tal vez por ello esta película, este peliculón, que tiene pinta de dar guerra en los Goya, no está ni entre las 10 cintas más vistas del año. Apenas 187.000 españoles han ido a verla. Tan cierto como la corrupción.

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