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24 rehenes

ELENA MORENO SCHEREDRE

Viernes, 11 de enero 2019, 00:05

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Hay una teoría matemática llamada del caos que, resumiendo, dice que el resultado de algo depende de distintas variables y es imposible de predecir. La novela por entregas de las negociaciones entre el PP y Vox, además de las declaraciones de Rufián (ERC) desvelando que Podemos, los socios del presidente Sánchez, le ofrecieron la cabeza de Borrell a cambio del apoyo a los Presupuestos me trajo a la memoria una obra de Shakespeare, autor que no daba puntada sin hilo, llamada 'El mercader de Venecia'. En ella un comerciante veneciano recurre a un judío prestamista que, a pesar de no ser santo de su devoción, puede proporcionarle el dinero que necesita uno de sus queridos amigos. Quien demanda el crédito, que para más señas se llama Antonio, está seguro de poder pagarlo y no le asusta la sibilina cláusula que el prestamista impone; si Antonio no pagara en el plazo estipulado tendría derecho a una libra de su carne. Luego la cosa se complica y surgen los contratiempos inesperados, el peso de las emociones y la importancia de la reputación pública de ambos, pero eso pertenece a la pieza teatral. Era imperativo desalojar a Susana Díaz de la presidencia de la Junta de Andalucía y al partido socialista que había gobernado durante 37 años. Para ello, el PP y C's necesitaban los votos de AA, pero no los tuvieron así que quedaban los de Vox. Hasta ahí nada extraño teniendo en cuenta que los grandes partidos tienden a desaparecer y las alianzas se vuelven imprescindibles para gobernar. El peso de la corrupción y el hartazgo había dejado un tufo que el votante no ignoró. Algo parecido le había pasado a Pedro Sánchez cuando necesitó los votos de Podemos para hacerse con la Presidencia del Gobierno y desalojar a Rajoy. Las peticiones de Vox, «inaceptables» en un principio, inasumibles después, peregrinas y surrealistas me atrevo a añadir, salieron a la luz y algunos creímos que no iba a ser posible abordar una legislatura con semejantes condiciones, so pena de gobernar a la pata coja rehenes de una incómoda convivencia. Pero el miércoles hubo comunicado. La foto estaba pixelada ideológicamente; Ciudadanos firmando en mesa distinta y con una invisible pinza en la nariz. Flotan en el aire, además de mucha testosterona, unos vientos revanchistas, facilones, que presagian una prolongación de la inoperancia política que ya padecemos. Nadie parece tener las manos limpias y en el lenguaje del juego político se habla de líneas rojas que todos traspasan cuando nadie los mira. Una llega a la conclusión de que el poder posee un mundo paralelo al del ciudadano. Nos convocan a salir a la calle con la cantinela del derecho a la libertad de expresión, pero obras son amores y no buenas razones. Ahora nos falta la guinda del pastel; el famoso documento que Torra entregó a Sánchez y que nadie conoce.

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