Reflexión
23 de julio, un día que podría haber tenido como titular el calor o el flujo de turistas, se convirtió en jornada clave para el ... país gracias a un golpe de astucia de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno no le concedió un minuto de gloria al PP. Su victoria en las elecciones de mayo fue un visto y no visto y ahora, apenas dos meses después, forma parte de la prehistoria. La visión estratégica de Sánchez ha quedado demostrada de nuevo. Si hoy se especula con una hipotética remontada del PSOE, de no haber sido convocadas las elecciones los socialistas electoralmente hablando serían una legión famélica, con un Gobierno dividido e intentando que las bóvedas del edificio no se vinieran abajo en mitad del otoño.
Las elecciones de hoy se plantearon como un borrón y cuenta nueva por parte de Sánchez. Y en eso se han afanado desde la izquierda, él y Yolanda Díaz. El PP ha tratado de que no se evapore el perfume de la victoria en una campaña irregular que comenzó con una euforia revalidada por un debate en el que Núñez Feijóo descuadró a Sánchez para luego ausentarse y tratar de fijar en la memoria aquella victoria que desde la izquierda se afanan por tachar de pírrica. Esta noche lo veremos. Veremos si unos datos erróneos tienen peso y si una foto al lado de un narcotraficante pre google son contrapeso suficiente para acabar con una tendencia de cambio que parecía rotunda hace tan solo un par de semanas.
Y veremos, naturalmente, cuánto pesan los errores de los demás. Veremos si la ciudadanía se queda con el Sánchez del primer debate o con el del segundo. Tan diferentes como el doctor Jekyll de Mister Hyde. El ofuscado y ramplón o el prudente socialdemócrata que ni interrumpe ni se rebaja al barro. Para eso ha contado con otros embajadores. Como el inefable Tezanos. De haber fabricado el PP esa tarea, habría que oír el rasgado de vestiduras de la izquierda ante un cocinado demoscópico tan sonrojante como el realizado en los últimos tiempos por el optimista socialista. Un barrizal que parece ser el hábitat natural de Vox, desde donde, a modo de ilusionante proyecto, se amenaza a Cataluña, y con ello a todo el Estado, con un 155 plus. Por su parte, Yolanda Díaz, siguiendo los pasos de Pablo Iglesias -aunque con sonrisiña-, ha ejercido de depuradora de Podemos y se ha esforzado por filtrar los residuos tóxicos de Irene Montero y compañía. Es de esperar que la reflexión de ayer estuviera algo alejada del barullo que hemos estado escuchando a lo largo de una campaña que ya se nos antoja eterna y que, pasado el remolino de los próximos días, debería dejar paso a otra política, esa que el trazo grueso electoral impide ver.
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