Borrar

Reconciliación

El extranjero ·

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 2 de septiembre 2018, 09:58

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Agosto se ha ido con su bruma luminosa, su ruido de fiestas y unas cuantas esperanzas frustradas, como siempre ocurre con la felicidad programada. Aparece septiembre como el mes de los regresos, el espíritu del antiguo sosiego que este año, como algunos de los últimos, no será más que un espejismo. Una estampa de los calendarios viejos. Septiembre es ahora un páramo amarillo. Color de bilis y de ira reprimida. Lazos y cruces. Además, a modo de propina, este año septiembre también nos devuelve el fantasma del viejo caudillo. En agosto, Franco se ha estado removiendo en su tumba. El patético dictador de la voz aflautada se prepara para la mudanza y lo hará con ruido.

El Gobierno zigzaguea. Hace fintas. El Valle de los Caídos es un parque temático del espanto y no saben qué noria colocar allí una vez que desalojen al cruel general. Los cándidos -o tal vez sean los más ladinos- abogan por algo que tenga que ver con la reconciliación nacional. Reconciliación. Buena palabra, buenos sentimientos. Todos hermanos. Olvidemos aquella escabechina de medio millón de muertos y cuatro décadas de miseria moral. Vamos a reconciliarnos, sí. Pero ¿quiénes somos los que nos tenemos que reconciliar? ¿Debemos darnos la paz como en misa con quien nos coja más cerca? ¿Dónde están quienes hicieron la guerra, los hombres que lucharon, los represaliados, los asesinados? Por desgracia están bajo tierra. Unos en mausoleos y otros bajo el polvo de las cunetas, pero los que deberían reconciliarse están muertos. En algunos asilos quedan unos cuantos representantes de aquel naufragio, embriagados por la neblina del tiempo. Ellos seguramente son quienes menos deseos, ni necesidad, tienen de reconciliarse con nadie. Pasaron página hace mucho tiempo.

Los militares hace décadas que aceptaron el mando supremo de la democracia y el sometimiento al poder civil. Están muy lejos de aquellos sanguinarios africanistas que se sublevaron contra el poder legal de la República y bautizaron su golpe de Estado como cruzada. La Falange, única organización con un ideario verdaderamente fascista, no es más que un pequeño reducto de nostálgicos. La CEDA no existe. Para los jóvenes, Franco o Mola se encuentran tan lejos como para mi generación lo estaban Salmerón o Romanones. Gente de levita y cuello duro. Más que quemar iglesias, la izquierda arde en deseos de apadrinar procesiones, inventarse romerías y presentar ofrendas a los santos. La ley de Memoria Histórica está en activo para honrar y dignificar los restos de quienes fueron avasallados por la dictadura. De modo que uno no alcanza a ver más que sombras y fantasmas en ese proyecto de reconciliación. Eso, y un deseo de que la vieja herida supure, de que siga habiendo una trinchera, da igual que sea de tierra, de palabras o de humo. Algo que llevarse a la boca, al discurso o a la talega política por parte de aquellos que siguen empeñados en que el vericto de la Historia se cumpla y no haya ninguna guerra civil que dure menos de cien años.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios