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ÁNGEL RODRÍGUEZ
Domingo, 13 de abril 2025, 02:00
El nacionalismo es la guerra!». Uno de los más emocionantes discursos oídos en el Parlamento Europeo concluyó con esta advertencia, seguida de una directa apelación ... a todos los presentes: «La guerra no es sólo el pasado de Europa, podría ser también nuestro futuro, ¡vosotros debéis ser los guardianes de la paz y la seguridad europea!». El discurso lo pronunció en enero de 1995 François Mitterrand, para finalizar el semestre en el que había presidido el Consejo Europeo, poco antes de dejar de ser presidente de la República Francesa y un año antes de morir. Sin duda, forma parte de su legado. Han pasado varias décadas, pero su discurso no podría estar más de actualidad, pues de nuevo el fantasma de la guerra, después de tres años enseñoreándose en Ucrania, empieza a pasearse por el resto del continente.
Hay que reconocer que, a diferencia del clima previo a las dos guerras mundiales, en nuestro tiempo el rearme en gastos de defensa no ha venido después del rearme arancelario, sino que más bien le ha precedido, aunque por poco tiempo. Sin embargo, no deberíamos confiar en exceso en que el orden de los factores pueda esta vez alterar el producto: ambos tienen el mismo origen, pues son consecuencia del drástico cambio de política del nuevo gobierno de los Estados Unidos, la potencia con la que hasta ahora contábamos para garantizar el libre comercio y la seguridad internacional. Además, el proteccionismo económico es sin duda una forma de nacionalismo, sobre todo cuando se esgrime de una manera tan agresiva.
Han bastado noventa días de la nueva presidencia norteamericana para que muchos afirmen que asistimos a la definitiva desaparición del orden mundial que regía hasta ahora. Está por ver que vaya a ser efectivamente así. Es posible que la nueva política norteamericana dure lo que dure esta presidencia, a cuyo titular le queda solo un mandato de cuatro años que expirará en 2028. Antes, en 2026, los norteamericanos renovarán el Congreso, probablemente sometiendo su poder a un mayor control.
Antes o después un nuevo presidente de Estados Unidos, tanto si es demócrata como republicano, volverá a la senda del desarme arancelario y a renovar su compromiso con la seguridad europea. Pero, pase lo que pase, lo cierto es que la prioridad para una generación de europeos será de nuevo el aseguramiento de la paz. Que un escalamiento arancelario pueda hacer saltar la chispa de la escalada bélica, en Kyiv, en Taiwán o en Groenlandia, no es un escenario inverosímil. Encontrar el modo de evitarlo es la principal tarea a la que ahora nos enfrentamos.
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