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Miércoles, 12 de diciembre 2018, 00:04
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Para la mayoría eras Fefe; para los veteranos del periódico, Fernandito, pero para mí ya sabes que siempre serás mi bro. No recuerdo en qué momento nos dio por llamarnos mutuamente así, con el posesivo y el diminutivo de 'brother'. Fue después de formar la Cuadrilla junto a Juan y a Álvaro. Cuatro hermanos que tanto de lo bueno, de lo malo y de lo regular hemos compartido en estos años, y a los que acabas de dejar huérfanos. Mi bro, te has ido rápido, demasiado, y sin querer molestar, exactamente igual que viviste siempre, pero no nos has dado opción a despedirnos de ti. Me hubiera gustado decirte tantas cosas que no hay espacio en este modesto homenaje, así que voy a hacer un ejercicio de periodismo, de ese que tan bien enseñabas en la facultad de la UMA, y me vas a permitir que vaya de lo general a lo particular.
Si hubiera podido, te habría dicho que ya eres por derecho propio parte de la historia de Málaga, que tu cámara ha captado en estas tres décadas la esencia del cambio de la ciudad que compartíamos y que conocías de forma extraordinaria, a lo largo del periodo de mayor efervescencia económica, urbanística, cultural y social desde el siglo XIX. Has transmitido a varias generaciones de malagueños los cambios de su ciudad a través de tus fotografías, y ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras. Ahora, cada vez que en la hemeroteca aparezca una instantánea firmada por ti me pegará un pellizco, igual que cuando releo crónicas de nuestro añorado Manolo Becerra.
Te habría dicho también que eras el alma de SUR, el hilo que nos cosía a todos, con independencia de la sección, el grupo o el cargo, con tu risa contagiosa y tus bromas apuntadas a mano sobre un trozo de papel, para poder recordarlas siempre en la cena de Navidad. La familia que tenías en esa foto en el salón de tu casa, y que te llorará en silencio mucho tiempo; aunque te empeñaras en que no se derramara ni una lágrima, no ha podido ser. La redacción está más silenciosa y triste sin ti, mi bro, porque hay vacíos que no se pueden llenar.
Y qué decir de tu bro. Pues que le enseñaste muchas cosas, que guardo en la mochila de la vida, pero sobre todo una: que no basta con sentir el amor, sino que a las personas que amamos hay que decírselo todos los días, como hacías tú. Y que hay amigos a los que se necesita tanto que nunca te cansas de decirles: 'te quiero mucho, mi bro'.
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