Promesas aparcadas
La solidaridad no como hacienda floral sino como dique entre territorios ricos y pobres
La financiación autonómica se va a quedar de nuevo en la morgue de las promesas como un cadáver pendiente de reconocimiento o, lo que es ... peor, una quimera que acabó criogenizada. El exministro Montoro ya tenía comprometida hasta la fecha en la agenda -finales de mayo o principios de junio- para sentarse a hablar de los dineros de las autonomías, un reparto desfasado desde 2014, y con Andalucía la primera de la clase con la mano levantada para exigir parte de los dineros perdidos. El guión incluso apuntaba alguna señal, con deberes hechos por los grupos en el Parlamento. Andalucía esta vez iba a acudir a la cita sin improvisaciones y sólo con el rotulador naranja de Ciudadanos chirriando al margen de los folios del consenso del resto de partidos. Los actores de este rito inacabable del parcheo en el reparto del pastel siempre estuvieron por crear ambiente y armar bandos para vender éxitos en su tierra. No llega a drama, pero cada presupuesto andaluz se vive con las cifras en blanco del dinero que tendría que llegar si la calculadora no se olvidara de 220.000 andaluces, como sostiene Díaz. No es la única bajo ultraje fiscal. No hay un Fuenteovejuna sino 17 autonomías que se sienten agraviadas por el Gobierno y ahora su comendadora en Hacienda. Aun lejos del todos a una, la negociación esta vez prometía con una protagonista fija como la exconsejera Montero, -junto a Montoro la más veterana en el Consejo de Política Fiscal y Financiera- erigida en árbitro del tira y afloja árido de cuentas y ratios, pero directa en un preámbulo que levanta ampollas: financiación per cápita sin distinciones geográficas, un cupo de sentido común con ese acento andaluz que utiliza la quinta parte de los españoles. La solidaridad no como hacienda floral sino como dique entre territorios ricos y pobres a la hora de costear salud, educación, servicios sociales e infraestructuras. Ahora Montero hace mutis por el foro y andamos en el teatro del absurdo, primer acto. Sánchez suelta lastre, un incómodo sacos de arena que hasta hace un mes era promesa incumplida que retrataba al PP. El vuelo de Sánchez no será un paseo de recadero a la junta electoral sino al final de la legislatura, año 2020, demasiado viento y escaso dinero para pelear la ronda de los grandes impuestos -IRPF, IVA, gasolinas y alcohol- entre las autonomías. La financiación es una lanza arrumbada que puede infectar heridas internas. Sin Andalucía, el PSOE no había tocado poder hasta ahora, pero el milagro vino con un Sánchez resucitado. Otro milagro. Los gestos no bastan y la oposición andaluza coge aire con asuntos que eran, de Despeñaperros abajo, mantra contra Rajoy. Tras los guiños, tambores de guerra, la factura entre rivales de partido a saldar en ásperas broncas. Rafael Escuredo llegó a tirar la toalla por soledad y vacío en el PSOE cuando el expresidente le ganaba incluso a Felipe González en las encuestas, pero Díaz es de otra pasta, la franquicia rompible de una marca en juego.
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