De profesión, médico

LA TRIBUNA ·

CÉSAR RAMÍREZ

Domingo, 30 de octubre 2022, 09:56

La Medicina del siglo XXI no está para grandes celebraciones ni onomásticas autoimpuestas. Es una ciencia traducida en una profesión que cada vez se reconoce ... menos en sus virtudes esenciales, las que deberían ser inherentes e innegociables. Voluntad, sacrificio, humanismo, responsabilidad, excelencia y compromiso. El mes de octubre ya nos representa históricamente el día dieciocho a los médicos en la festividad de nuestro patrón, San Lucas, el médico que para muchos es el mejor Evangelista por su profundidad. Desde hace dos años, y como secuela de la que fue la hipócrita euforia progalénica de la pandemia, la Asociación Médica Mundial estableció que se iba a celebrar el Día Mundial de la Profesión Médica cada treinta de octubre. En esa fecha estamos hoy, en teoría para felicitarnos y que nos feliciten, para bebernos un gintonic de final de este mes que ha devenido en el mes de los médicos, igual que mayo es el de las flores. Y creo que este no es un día para celebrar, sino para pedir respeto.

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Respeto de la sociedad para quienes se levantan cada día con la intención de ayudarles a recuperar la salud que han perdido. En el primer semestre de 2022 han crecido en nuestra provincia un 50% las agresiones a profesionales sanitarios en comparación con el mismo período del año anterior. En Estados Unidos, tres de cada cuatro agresiones laborales se producen contra profesionales sanitarios. El ejercicio de la Medicina, por desgracia, no siempre implica la sanación o curación del paciente de forma inmediata y es, con demasiada frecuencia, un texto de renglones torcidos hasta que se logra un diagnóstico o un tratamiento efectivo; en otras ocasiones, nos encontramos con enfermedades muy agresivas que van muy por delante nuestra y no podemos ofrecer soluciones. Con estas imperfecciones como ciencia, es entendible la frustración y la impotencia que en muchos casos se genera en pacientes y familiares, que los médicos siempre debemos compartir. Son precisas líneas de actuación formativa y de concienciación iterativas desde todas las estructuras administrativas sanitarias y colegios profesionales que devuelvan a la sociedad la imagen de que el médico es el amigo de todos, la persona que quiere ayudarnos, y que trabajamos siempre con un margen de incertidumbre pese a que estemos haciendo una praxis impecable. La pandemia nos ha enseñado que el médico debe ser no sólo un sanador sino también un elemento vertebrador de la sociedad, y así deben exigirlo los ciudadanos. Y, eso sí, el entorno social debe seguir impulsando la tolerancia cero cuando la agresión se produce, y que la Administración de Justicia siga con mano firme aplicando las sanciones de mayor severidad posible cuando se agreda física, psicológica o verbalmente a un médico.

Respeto, también, de los gobiernos, autonómicos y nacionales, hacia los médicos como garantes del sagrado derecho constitucional de todos los ciudadanos a la salud. Las autoridades políticas deben asumir el reto de la demografía médica que se avecina, que nos expone que uno de cada tres médicos en activo a fecha de hoy se jubilará en los próximos diez años. La tasa de recambio de nuestras universidades es insuficiente para cubrir esta demanda, ya que además, uno de cada nueve médicos españoles en activo ha tramitado su salida de España en la última década, lo que supone una fuga de capital humano sin precedentes que ha puesto el debate de la homologación de títulos de los médicos extranjeros como una necesidad inmediata. En este sentido, la responsabilidad de la Administración para con la profesión médica debe establecerse a tres niveles: 1) Generar estabilidad laboral en los médicos y huir de los contratos basura y de corta duración; 2) Equiparar los salarios y las retribuciones por objetivos de los médicos a nivel nacional y ponerlos a la altura de los países que nos acompañan entre las cinco grandes economías de Europa; y, 3) Favorecer que la vocación médica encuentre facilidades para poder desarrollarse en nuestro sistema universitario, impidiendo así que jóvenes brillantes con gran vocación para ser médicos que no llegan al famoso 'trece' vean su sueño truncado si no tienen la posibilidad de que sus padres les paguen la carrera en una universidad privada o en los países del este de Europa. En resumen, hay que hincarle el diente a la realidad de que los jóvenes más brillantes del bachillerato que son unos médicos excelentemente preparados en el mejor sistema de formación de especialistas del mundo, el MIR, sean los que tengan las peores condiciones laborales y además los peor pagados. No puede ser que ellos, los nuestros, los buenos se vayan fuera y nosotros tengamos que estar importando médicos. Y esto depende únicamente de los políticos.

Y, por último, respeto de los propios médicos por nuestro trabajo. La 'elitización' creciente preuniversitaria de la carrera de Medicina, la inteligencia artificial y las tecnologías de la información y comunicación están creando un nuevo perfil de profesional médico con un altísima capacitación técnica y entrenamiento práctico que no necesariamente van a estar correspondidos con una vocación de servicio y dedicación a los demás con la base humanista que una medicina de personas que cuidan a personas exige. Los médicos no sólo tenemos que serlo, sino también parecerlo las veinticuatro horas del día y saber que nuestro lado está junto a los que sufren, por encima incluso de nuestras diversiones e intereses personales. Ser médico deber ser considerado siempre un privilegio, pues nuestra vocación nos permite hacer lo que nos gusta y amamos, pero también una responsabilidad, puesto que nuestros iguales acuden a nosotros a que les devolvamos lo más preciado que tienen y han perdido, la salud. No debe haber otra forma de entender la Medicina.

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En el Día Internacional de la Profesión Médica, no hay nada que celebrar. Sólo es un día para no olvidar y que no olviden lo que somos y lo que hacemos. Tener una mejor Medicina es tarea de todos: políticos, sociedad y médicos.

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