De primero, amnistía
El referéndum se convierte según esa versión en las lentejas que el independentismo ofrece a Sánchez
Pere Aragonés fue ayer al Senado para comunicar la hoja de ruta que debemos seguir el resto de los españoles. Primero la amnistía de la ... que no se conocen los términos y de la que no se deja de hablar. El entremés que Aragonés ya da por comido y digerido. El plato fuerte es el referéndum. El referéndum se convierte según esa versión en las lentejas que el independentismo ofrece a Pedro Sánchez. Si quieres las comes y si no, las dejas. Los derrotistas dirían que el Gobierno puede comprarse por un plato de lentejas, más o menos como la primogenitura que el hambriento Esau vendió a su hermano Jacob. La cosa es algo más compleja que esa caricatura.
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En el Senado estaban los presidentes autonómicos del PP para recordarnos que Pedro Sánchez quiere gobernar a toda costa. Una pelota que, en un cansino juego de ping-pong, el PSOE puede devolver con igual argumento a Núñez Feijóo. La cuestión está en quién es el mejor cocinero. Quién está sabiendo guisar del mejor modo las lentejas que sirven para llegar a la Moncloa. Y de qué modo deben ser pagadas por los ciudadanos no catalanes o vascos. También está por verse cuánto encierra la petición de Aragonés de juego de manos, de apuesta al alza para justificarse ante su electorado, en estrecha competencia con Junts.
Cartas en la manga y guisos que huelen a quemado. Y cuyo tufo no se queda flotando en la cocina española sino que llega a Europa. Porque si Cataluña se ha vendido siempre como una punta de lanza europeísta del zarrapastroso pueblo ibérico, tendrán que recordar Aragonés y también Sánchez que la naturaleza de la Unión Europea es eminentemente contraria a los nacionalismos. Y esto no es así por capricho o por una cuestión coyuntural. No. Va en el ADN de la Unión Europea, que, entre otras cosas, nació para acabar con los desastres que los nacionalismos acarrearon a este continente y al mundo entero. La Primera y la Segunda guerras mundiales podrían calificarse perfectamente como una guerra civil en dos partes. Una guerra civil europea contra la que se inventó la vacuna de la UE. Frente al nacionalismo corto de miras, la xenofobia y la división. Es lo que, además, exige un mundo cada vez más global que requiere una unión política, económica y social cada vez más intensa, con cesión de soberanía por parte de los Estados y no al revés, que es lo que pretende el independentismo. Que pregunten en Gran Bretaña a quienes defendían la salida de la UE y soñaban con regresar a su viejo e imperial país. Que pregunten a aquellos que, cargados de populismo, fantasearon, como fantasean los independentistas, con un país que nunca existió más allá de su ensoñación.
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