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Por ti

Cambiaste llorar por luchar en mi nombre. Por buscarme un lugar donde fuera valiente

PEDRO MORENO BRENES

Domingo, 8 de julio 2018, 09:33

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Es un mundo muy desconocido para los que no se vean salpicados por su metralla, que es mucha y muy mala. Hay siempre un sujeto pasivo, el que, más joven que viejo, había creído encontrar la felicidad (o huir del dolor) en esas pastillas tan chulas que te ponían como una moto o en la botella que siempre estaba ahí para sacar lo más simpático de uno. Pero la pasta se agota, las compañías se empiezan a reducir a uno mismo y si la cosa se tuerce (lo que es frecuente en estas situaciones) puede que el trabajo, los amigos de verdad y parte de tu familia se conviertan en un lejano recuerdo. La dependencia de cualquier droga (y el alcohol descontrolado lo es) o juego es la causa de la ruina de centenares de miles de nuestros conciudadanos, a los que hay que unir las familias que ven con impotencia el camino derecho al abismo de las personas a las que quieren.

Sin ayuda no hay salida. La realidad demuestra que una persona con adicción necesita el apoyo de profesionales en el marco de programas de tratamiento. El primer reto es que los afectados acepten que son adictos y se muestren dispuestos a un programa donde se dejan parte de su alma y de su cuerpo, ya que, para que sean efectivos, el esfuerzo es enorme. Los especialistas insisten en que el apoyo emotivo de la familia es esencial: son esos acompañantes que siempre están para lo que haga falta, los que se alegran con sus éxitos y lloran con sus fracasos.

Entre los que no fallan, aunque los años ya les pese mucho, hay que destacar a los padres. Son los que se quedan noqueados cuando sufren el deterioro físico y mental de sus hijos, los que los recogen cuando pierden el trabajo, los amigos y a veces a su pareja e hijos, los que exprimen sus modestos ahorros para que nada les falte. También son a los que, desbocados por la maldita droga, agreden sus hijos cuando pierden el control ante el mono de esa dosis que no llega. Pero casi nunca tiran la toalla, se enjuagan las lágrimas y se dejan la piel para que no abandonen ese tratamiento que les puede devolver la esperanza. Ahí están para coger el autobús y acompañar a sus hijos, esperar lo que haga falta para recogerlos, y seguir siempre empeñados en tener un futuro donde no falte el puñetero niño que un mal día cayó en manos de la adicción para engordar las cuentas corrientes de los asquerosos que han convertido el dolor y la muerte en su negocio. A esos padres, mi homenaje con la letra de 'Por ti' (El Canto del Loco): «Has perdido tu tiempo por mis ilusiones. Y cambiaste llorar por luchar en mi nombre. Por buscarme un lugar donde fuera valiente».

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