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La polémica de los carrozas

La mera existencia de esta polémica ya evidencia que los niños van a salir mejores que sus padres

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Viernes, 5 de enero 2018, 07:37

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Cuando ya habíamos superado el trance de la inclusión de un negro de verdad en la cabalgata de reyes, va y nos salpica otra polémica de la misma planta. La historia de la participación de tres artistas drag en la cabalgata alternativa de Vallecas supone un nuevo ejercicio de tal peligrosidad y ausencia de miras que le hace a uno preguntarse en qué mundo vive cierto tipo de gente que nos rodea. La polémica nos ha salpicado aquí en un sitio que ya estaba mojado por caprichos de la política municipal. Hace unos años, el Ayuntamiento de Torremolinos prohibió la actuación de trans en un evento solidario de recogida de alimentos. El argumento era que el escenario estaba cerca de un parque frecuentado «por familias y niños». En La Nogalera la noticia cayó como una bomba. Entonces el municipio estaba gobernado por ese horror llamado Pedro Fernández Montes, otro maestro del transformismo a su manera, y su consistorio emitió uno de los comunicados oficiales más rastreros y vomitivos de la historia de nuestra democracia. Aquello le valió una invasión de travestis desde todos los puntos de España. Fletaron un autobús desde Madrid, también vino La Prohibida, por cierto, que adora Torremolinos, y la transformista malagueña Shangay Lili le escribió una carta al alcalde contando unas cosas tan fuertes que todavía se recuerdan párrafos enteros.

Sorpresa: nadie nace homófobo, machista, tránsfobo ni racista. Ningún hombre tiene en sus entrañas un gen que le invite a violar o matar a las mujeres. Nadie nace siendo un maltratador ni odiando a los demás. Todo esto viene de muchos valores torcidos que ha tenido desde hace tantos años esta sociedad y que ahora esta gente pretende 'preservar' con una fortaleza en forma de moral que no puede ser más falsa. La fobia no tiene sus raíces en el odio sino en el miedo, en lo que no se conoce. Tenemos la obligación de intentar educar a los niños para que sean mejores que sus padres, mejores que nosotros. De hecho ya lo son: el surgimiento de esta absurda polémica es una evidencia de este hecho.

La realidad de los que vienen a ocupar nuestros puestos es distinta, aunque algunos cavernícolas se sigan negando a mirarla o, lo que es peor, a permitir que la vean los demás. Otra sorpresa: ocultar las cosas no sirve para que dejen de existir. Para su espanto, en las aulas hay hijos de familias monoparentales, parejas gais, bisex, niños transexuales a los que no obligamos a sentirse esclavizados en una forma de vida que no es la suya hasta que cumplan los 18. ¿En qué siglo estamos? Desde luego, no en uno lo suficientemente avanzado como para evitar que haya una minoría que patalea cada vez que otro obtiene algún derecho. Viven alejados de la realidad, incapaces de comprobar por ejemplo que la Navidad ya ha dejado de ser una tradición religiosa para convertirte en un acontecimiento social sin más complicaciones. Bájense ya de sus camellos.

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