Un poco de salvajismo
Por qué no. Las cosas no pueden ser tan aburridas. Mantener la cordura es cosa borreguil. A esta ciudad no hay que explicarle mucho sobre ... el asunto. Aquí, históricamente, hemos estado abonados al sobresalto en todos los órdenes. Y el urbanístico no iba a ser menos. El desarrollismo se ensañó con Málaga con una ferocidad y una avidez poco vistas en cualquier otra ciudad española. Era el tiempo de la prosperidad, en el que el progreso se medía por la altura de los edificios y las líneas armónicas significaban antigualla, decrepitud, moho. Mejor el refrito de última hora, sin importar lo precario ni lo ordinario de la arquitectura. Avanzar, triturar, deglutir, arramblar. Arramblar con los propios cimientos. No importaba. Y parece que sigue sin importar.
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Villa Atalaya. Visto y no visto. En unas cuantas horas quedó demolido un bello edificio construido hace un siglo al calor de aquella ciudad que quiso iniciar un despegue de la miseria y competir racionalmente con los polos de desarrollo del país. Piqueta. E impunidad. Impunidad porque, a quién ir a pedir responsabilidades. Las miradas, lógicamente, se dirigen a la Gerencia Municipal de Urbanismo. Allí fue a parar un expediente en el que se debía considerar la protección de Villa Atalaya. Hace dos años. Enmohecido expediente. Entelarañado. Olvidado. Encajonado. Silencio. Y tras el largo e inexplicable silencio la excavadora y el gran butrón. El nuevo socavón en un edificio que daba fe de la identidad de la ciudad. De un pasado que al parecer no importa borrar. Porque tenemos un presente despampanante que se lo puede permitir todo. No tanto. El derroche tiene un límite. Y acaba pagándose.
Conservar por conservar es tan penoso como el uso indiscriminado de la piqueta. Recuerda uno cuando algún político local amagó con encadenarse a los corralones de El Bulto para preservar el producto de un pasado miserable. O más acá. La diatriba con el derribo de La Mundial. Un edificio sin valor histórico ni estético. Pero no es el caso. Villa Atalaya formaba parte de lo que fue el corazón de una Málaga fértil. Arquitectónicamente era bello, históricamente representativo y estaba bien conservado. Llueve sobre mojado. Hace tres o cuatro años le tocó el turno a Villa Maya. El que fuera refugio de perseguidos durante la Guerra Civil fue demolido sin la menor consideración. Menos valor estético que Villa Atalaya, pero igualmente representativa de un pasado que pugnaba por romper esa tendencia hecha a partes iguales de autosuficiencia y autodestrucción, de alegre altanería, desfachatez e ignorancia. Y avaricia. Y un inevitable toque de salvajismo, claro.
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