De playa, bosque y arquitectura
Hubo un tiempo en el que los ministerios fichaban a los mejores que salían de la universidad. Desde esa conjunción 'organismo público/mente despierta' se ... profundizó en el desarrollo de la vivienda económica antes llamada social. También surgieron ideas como los pueblos de colonización que, en su misión de fijar habitantes a zonas de regadío, exigían al proyectista hacer una vivienda actual reinterpretando la casa rural tradicional labriega o campera.
Sáenz de Oíza y Fernández del Amo, antes que maestros fueron becarios en ministerio. Uno pensó en bloques mínimal, el otro proyectó pueblos de nueva creación. De estos últimos quedan algunos, perdidos pero habitados, entre los brazos del río Guadalhorce. Gracias a aquellos arquitectos y a otros menos nombrados, los desplazados sin tierra pudieron abandonar chabolas. Pues sus ideas entre líneas pasaron de los papeles a los ladrillos. Una vez que fueron económicamente viables, dieron paredes y hogar a otros muchos.
Además de viviendas mínimas, en extrarradio o en regadío, en los años 60, desde lo público se proyectaron ciudades de vacaciones, para gente que no podía pagarse veraneos. Hubo un tiempo en que junto a una playa había una tierra con dunas. Y junto a las dunas había también un pequeño bosque. Alguien pensó que era posible hacer allí algo distinto a un bloque de apartamentos. Que se podía experimentar un tipo de vivienda diferente y no sólo para unos pocos. Se proyectó, se construyó y hasta aquí ha durado. Aunque pueda parecerlo no es un cuento.
La ciudad del tiempo libre de Marbella es resultado de una conjunción olvidada entre una administración-mecenas y arquitectos jóvenes promesas. Es un modelo sesentón que ha sobrevivido al siglo XX gracias a programas de la Junta de Andalucía para verano de funcionarios y sindicados. Es arquitectura que, con modestia, guarda grandes valores. De los que voy a destacar uno: la proporción. La proporción no es sólo relación entre medidas. No es exclusiva de columnas y frontispicios. Es esencial para el sonido de la música y empapa toda la naturaleza. A cada ser vivo le son proporcionales sus partes para su supervivencia. De cada árbol hay una parte que no vemos bajo tierra que le sustenta proporcionalmente.
Desde un conjunto de encinas, pinos y otras especies nace el bosque mediterráneo. A medida que crecen los pinos piñoneros despegan su copa del suelo. En su lento movimiento van conformando un espacio en sombra entre ramas arriba y tierra abajo, una habitación, con suelo y techo natural, abierta a la brisa del mar.
La ciudad de vacaciones de Marbella es un proyecto para hacer habitable ese vacío natural esculpido entre tierra y copas de pinos. Unas casas que se dispersan en un bosque como los troncos de los árboles se reparten la tierra para agarrarse mejor a ella. Quizá la separación entre volúmenes vaya de la mano de la equidistancia entre troncos. En la ciudad del tiempo libre se respira un equilibrio entre el blanco y la arena, entre lo soleado y la sombra, entre lo construido y el aire. Ese equilibrio es proporción, como la del porte de un árbol a sus raíces, entre lo mineral y lo vegetal, entre dunas y casas, entre lo edificado y lo que no. Mal asunto si para rehabilitar el conjunto es necesario edificar más. Perderá su virtud principal, su equilibrio, esencia de esa naturalidad que le hace fundirse con el paraje que le acoge.
La proporción es condición para que lo construido pase a ser arquitectura. La ciudad de vacaciones es un ejemplo de interacción entre hombre y naturaleza en equilibrio. Casas desperdigadas a la sombra de un bosque mediterráneo. Una construcción modesta que pone en valor un paraje natural y al hacerlo habitación se hace arquitectura grande. La ciudad del tiempo libre de Marbella es parte de nuestra historia y un modelo de arquitectura.
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