De la perrera a Suecia
Por mucho que nos creamos europeos y civilizados, a poco que se rasca sale la realidad de lo que todavía somos
Está bien eso de creernos que somos ciudadanos europeos y civilizados; gente formada, moderna, tecnológica, teletrabajadora, orgullosa de su cultura y de su progreso. A ... poco que se rasca, todo esto no es más que una fachada enlucida con los pasillos desconchados y los cables colgando. Postureo que se llama ahora. Aunque la cara sea distinta, limpia, repulida, con brillo y con AVE y 5G, en muchos aspectos hemos evolucionado poco desde aquel país bestia, rural y analfabeto, el de la Milana bonita y Los santos inocentes que retrató Camus.
Es verdad que ya no los matamos tanto, o a tantos, aunque demasiados todavía acaban sus días de manera anticipada, entre perreras públicas con exceso de aforo e inyección fácil; y algunos cazadores sin escrúpulos. No nos vamos a engañar. Solo que ahora tenemos una nueva vía de escape y nos dedicamos a exportar los miles de perros que cada año son abandonados a Suecia, y al resto de países nórdicos, y a Alemania y a Holanda. O sea, a países europeos de los de verdad, donde los animales domésticos son tratados con un respeto que aquí no alcanzaremos a comprender ni en los próximos cien años. De paso, nos limpiamos la conciencia y nos creemos que somos otra cosa que no somos, ni me temo que seremos.
Que España, en general, y Málaga (por sus fuertes lazos turísticos) en particular sea uno de los principales centros exportadores de animales abandonados me hace sentir una profunda vergüenza. A ver, entiéndanme: que antes de sacrificarlos, como si se tienen que ir a Australia. Como amante de los animales les estoy muy agradecido a todos esos adoptantes por sus esfuerzos, que me consta que los hacen, para sacarlos de una jaula y darles un hogar y calor (menuda paradoja para el que le toque irse a Escandinavia). Pero no me puedo conformar con que la salida a nuestra pésima gestión de la fauna doméstica sea que vengan de otros países más avanzados a llevarse nuestros despojos.
Lo que de verdad quiero es poder llegar a decirles que no hay, que tendrán que ir a buscarlos y a ayudar en otros lugares, porque aquí tenemos la situación bajo control, algo que dista tanto de ser real como los miles de kilómetros que estos animales han de recorrer para reunirse con sus rubias familias. Para ello, antes tendría que ser obligatoria la esterilización y sólo se podría criar bajo control; además de llevar un censo riguroso de quién tiene un animal y bajo qué condiciones sanitarias, de salubridad, de alimentación y de cuidados. Hasta entonces, hagan el favor de no creerse europeos, porque no lo somos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión