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La organización del recorrido oficial de la nueva Semana Santa es un desastre. Tres días de procesiones han sido más que suficientes para que todo el mundo se dé cuenta del caos en que está sumido el Centro. En la antaño muy hospitalaria y benéfica, que así dicta el lema de la ciudad, el pueblo llano se ve obligado a rezar a sus sagrados titulares agolpado frente a los barrotes de unas vallas de metal frío, bajo vigilancia privada. La anciana que se asoma entre las rejas para atisbar su devoción lejana ya es la triste imagen de la nueva Semana Mayor de Málaga.

Mientras, dentro del enorme reservado de discoteca en que se han convertido las calles por donde avanzan los tronos, en el lado de los privilegiados, muchos desprecian el derecho que han comprado y apenas asisten al paso de algunas cofradías favoritas. Las sillas aparecen con frecuencia vacías, pero lo peor es que esto ocurra a diario en la mismísima tribuna oficial.

El Centro se ha convertido en una ratonera intransitable en la que por momentos es casi imposible encontrar un camino para escapar, con las comitivas ocupando todas las vías a la vez y colas interminables para cruzar por los escasos pasos habilitados para la plebe, que a veces sólo espera para regresar a su casa después de trabajar. Menos mal que esta iba a ser una Semana Santa más segura.

Tampoco ayudan las tribunas cubiertas y enlonadas tipo Gran Premio de la Fórmula Uno que han instalado en la Marina, con Hamilton a punto de salir derrapando en su Mercedes. Por los resquicios entre los 'boxes', la gente se asoma a hurtadillas para tratar de atisbar algo de lo que ocurre más allá del muro. Para colmo, este espacio no está iluminado y al caer la noche lo único que queda es un irreverente auditorio de linternas y pantallas de móviles cual concierto de Maluma (baby).

Uno de los pocos espacios que han quedado abiertos y sin restricciones es el lateral sur de la Alameda Principal, pero al Ayuntamiento no le ha dado tiempo a terminar las obras de la peatonalización y buena parte de la acera parece más bien un solar sucio, polvoriento y lleno de piedras, vallas (otra vez) y materiales de obra. Pero es lo que hay y al menos desde allí se ve.

Con tales mimbres, igual el principal problema de esta renovada Semana Santa de Málaga no era dónde meter los patinetes eléctricos...

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