El paso de la oca
La ley de amnistía aprobada en el Congreso. Los de Junts y Esquerra abrazándose antes del apuñalamiento masivo con que se van a despachar durante ... las próximas semanas. El ministro Bolaños volviéndose a felicitar a sí mismo, no acaba de creer que sea tan brillante, tan inteligente, tan justo. Una ley que alumbrará al mundo, dijo alzándose sobre los talones, casi levitando. Y Patxi López confundiendo la tribuna de oradores con la tarima de un mitin, defendiendo el diálogo, defendiendo a gritos el acuerdo entre distintos pero trazando a fuego la línea divisoria que lo separa del PP. Todo para justificar una sencilla transacción. La amnistía a cambio del poder.
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La amnistía negociada mano a mano con quienes cometieron los delitos. Y los que cometieron los delitos exigiendo cláusulas y más cláusulas. Ya puede la retórica trabajar a toda máquina. El fondo de la cuestión es simple. Como simple y diáfano es que los que hoy defienden a voces la nueva ley y se besan sus propias manos por tanta altura de miras decían ayer que la amnistía era improcedente, inconstitucional e ilegal. Pueden enarbolar el dictamen de Venecia como bandera. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es la que se ha apuntado. Una transacción que además ha resucitado a Puigdemont. Un delincuente, tal como el PSOE lo calificaba antes de la conveniencia.
Una transacción legal. Eso sí. Nada de golpe de Estado ni «una fechoría» perpetrada por «una cuadrilla de forajidos» como sentenció Santiago Abascal desde esa misma tribuna del Congreso, convertida ya no en un escenario mitinero, sino en la antesala de un frenopático cuyos inquilinos están obsesionados con viajar en el tiempo. Al pasado, naturalmente. López, como sus compañeros, se afana por maquillar el cambalache con palabras dulces. Concordia, convivencia para construir sociedades avanzadas. No como el PP y su intransigencia, responsables del procés, según la nueva teoría. ¿Y por qué no Zapatero con su mano abierta a cualquier estatut que le pusieran por delante? ¿Y por qué no Artur Más, el papá de todo? El PP empantanó la situación, la empeoró y culminó el despropósito con la penosa intervención del ministro Zoido. Pero eso no justifica este estropicio moral. Ni tampoco que quienes estén en desacuerdo con el mismo sean colocados automáticamente al otro lado del muro como habitantes de la fachosfera. Esa exclusión se la pueden aplicar a quienes están obligados a marcar el paso de la oca que dicta Moncloa. Se puede ser de izquierdas y socialdemócrata y no acatar órdenes. Al margen de la disciplina de voto está la libertad de pensamiento. ¿O es que esa libertad también pertenece a la fachosfera?
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