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Cuando el tiempo pase, recordaremos este triste episodio humano en que tantos enfermaron y tantos otros murieron. Cuando el tiempo pase, con la necesaria perspectiva, investigación y aclaración de los hechos, se sabrán las respuestas -aunque nunca todas- a tantas preguntas que nos presionan y agobian. El papel de Wuhan, sus parcialmente misteriosos laboratorios, las cifras de China, su veracidad y el comportamiento de sus autoridades, la insólita ausencia de contagio en Pekín o Shanghái, la rápida y muy considerable propagación del virus en el norte de Italia, la inmediata irrupción en España, Francia y también en USA, la bajísima incidencia en Rusia, la moderación del comportamiento de la pandemia en el norte europeo -salvo Bélgica- en relación a los países mediterráneos, la buena gestión en Alemania, los buenos resultados de Suecia sin apenas tomar medidas, las frustradas bravuconadas ante el virus del premier Johnson en Reino Unido, la seriedad y control de daños en Portugal o el intenso estallido irrefrenable de la covid-19 en nuestro país y las respuestas gubernamentales ciertamente desgraciadas por la innegable resistencia de un muy agresivo virus y la cadena de errores fatales, muchos de ellos probados y otros tantos de dudosa justificación.

Cuando el tiempo pase también dejará de ser el estado de alarma y las excepcionales condiciones para gobernar con poderes casi absolutos de un Gobierno que no parece haber perdido de vista en ningún momento determinados intereses políticos emborronando su toma de decisiones. Cargar de ideología los análisis, intervenciones públicas y muchas decisiones, es abundar en los fiascos de compras millonarias de material averiado, el retraso para adquirir material imprescindible o la inexplicada concurrencia de los expertos y el secreto ilegal de sus nombres. Tampoco, cuando el tiempo pase, dejarán de saberse las razones y detalles de la importación de instrumentos sanitarios a través de empresas o intermediarios a los que se documentó a posteriori, la inexistencia de adquisición de éstos a empresas españolas que venden en el exterior o la luctuosa y empírica dejación médico-hospitalaria de los usuarios de las residencias geriátricas, que no son unidades médicas ni sanatorios, ni pueden serlo.

Cuando el tiempo pase se descartarán muchas fotografías tomadas alevosamente sin perspectiva para que los viandantes con permiso temporal puedan aparecer sin la famosa distancia social y así poder ser objeto de reproche por parte de autoridades y otros espontáneos colaboradores. El binomio prohibición-coerción de conductas hasta aquí habituales y parte esencial de los derechos y libertades individuales nos ha llevado ciertamente a reacciones -a veces peregrinas- e indignación de unos por conductas de otros cuya evaluación se ceba las más de las veces en la «otredad» y la incomprensión. Mejor no escarbar en las razones para justificar tanta multa o tanta insistencia motivada en que «nada volverá a ser como antes», en vez de empeñarnos con decisión y paciencia en recuperar lo antes posible nuestro estilo de vida. De las urnas no ha salido la creación de un nuevo orden social y nadie tiene derecho ni conseguirá enmascarar su ansiada ingeniería sociológica por esta causa en medio de la lucha y neutralización de un coronavirus al que, cuando el tiempo pase, habremos vencido.

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