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Parece más grande

ELENA MORENO SCHEREDRE

Jueves, 1 de enero 1970

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Aunque nos pongamos las gafas y reservemos la mañana para encontrar a 'Wally' entre el farragoso relato de los asientos presupuestarios, me doy por enterada de que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento... Es decir, lo de la subida del salario mínimo está claro, viene en negrita y es justo y necesario, pero las generalidades narrativas con respecto a los autónomos y a otras partidas es otro tema. El farragoso laberinto financiero produce dolor de cabeza y la imperiosa necesidad de contratar a un asesor. Si es para los ciudadanos ¿por qué se nos niega su luz? Leyéndolo me vino a la cabeza la madre de mi amigo Aitor. La matriarca, que siempre mostró un adictivo optimismo por el encuentro y la vida familiar, reunía en su pequeño salón comedor a quien quisiera acudir. Tenía una mesa que se plegaba y alargaba y a la que se añadían tableros escondidos tras las puertas, para albergar a novias, esposos, nietos y amigos. Faltaba el aire, eso había que reconocerlo, pero no cabía ni un centímetro de soledad. Un día, la mesa fue trasladada a la cocina. Se instauró el buffet. A raíz de la decisión la matriarca conducía al visitante al saloncito y, parada junto a él, preguntaba, expectante: «¿A que parece más grande?». Debió de cogerle gusto al milagro de la estrategia distributiva porque el aparador de tres cuerpos fue a parar a un pasillo que nos vimos obligados a transitar de costadillo. «¿A que parece más grande?», repetía feliz. La casa se convirtió en una yincana en la que era preciso sortear muebles y adornos en rincones inesperados mientras el salón, eso sí, parecía más grande.

La teoría de la redistribución de la riqueza, o de la pobreza, ha sido practicada por las amas de casa durante siglos. Todos sabemos que no se debe gastar más de lo que se tiene, a veces hay que repartir lo que a uno le sobra para dárselo al que le falta y si la dignidad obliga a hacer cambios hay que explicarlo muy bien. El Presupuesto social que nos presenta el Gobierno me ha recordado a esos muebles que se cambian de sitio en un espacio en el que si no se tiran los tabiques no hay nada que hacer. La Comisión Europea, que tiene que aprobarlo, no pondrá muchas pegas. Está negociando el puñetero 'brexit' y anda atascada con el pasadizo irlandés que quiere guardarse Reino Unido para no dejar de ser continental. Además, está la chincheta de Gibraltar; el paraíso fiscal, el contrabando de tabaco, el mercado negro de crudo y la humillación permanente de los monos mirando lo dóciles que somos haciendo el ídem. Sin duda, eso les ablandará el corazón. Allá para el mes de noviembre, para todos los santos, recibiremos la respuesta de Junker, y aunque el saloncito, mientras tanto, parece más grande, yo diría que sigue midiendo lo mismo.

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