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Si el panorama para el sector turístico presentaba ya destacados nubarrones, la nueva cita electoral del 28 de abril, que se suma a las municipales y a las europeas del 26 de mayo, dibujan un escenario que va más allá de la incertidumbre para situarse en la esfera de la parálisis. Este calendario electoral impactará además en el turista español, en el que el sector tiene puestas todas las esperanzas de que les sacará las castañas del fuego en una temporada en la que se da por hecho que volverá a resentirse el cliente internacional. Está comprobado que en los años electorales se constata un enfriamiento de la demanda, no sólo por las dudas que se abren en torno a qué estrategias políticas se vienen encima sino porque se impone la tendencia a moderar el gasto, e incluso, a fijar recortes en las economías familiares y empresariales que repercuten directamente en el presupuesto que se destina a las vacaciones.

Pero lo peor no es el frenazo habitual de la demanda, sino la paralización que se produce en las distintas administraciones desde que se convocan las elecciones hasta que se conforman los gobiernos, lo que en un momento político tan atomizado no suele ser una tarea ni fácil ni rápida. La prueba está en la situación del turismo andaluz, que desde el pasado mes de noviembre hasta hace apenas unos días tenía bloqueados asuntos tan trascendentales para los destinos como es el Plan de Acción 2019, la hoja de ruta para promocionar la región y conseguir mantener el liderazgo nacional y la cuota de mercado internacional. Sin este proyecto se desarrolló la Feria de Turismo de Madrid (Fitur), la más importante de España, y casi que en similar situación se llega a la Bolsa Internacional de Berlín (ITB), en la que se genera más negocio del mundo, cuando, además, Andalucía atraviesa por un delicado momento en el mercado germano. Poner a andar de nuevo las estructuras de las distintas administraciones exige de un tiempo que el turismo, el motor de la economía, no se puede permitir, y menos cuando la transformación de esta industria avanza a velocidad de vértigo. O el turismo se deja al margen de colores políticos o la parálisis pasará factura.

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