El extranjero

Paradoja

Se sabía que lidiar con la aritmética que dejaron las elecciones iba a ser asunto de brujos y alquimistas de la política. Pedro Sánchez se ... puso a ello y de paso ridiculizó, por vía propia y del coro ministerial, a Núñez Feijóo y su victoria de pacotilla. El estribillo básico apelaba, y sigue haciéndolo, a un espíritu de salvación nacional para no ser gobernados por la derecha y la ultraderecha que, continúa el mantra, son la misma cosa. Había que constituir una base progresista para cerrar el paso a los retrógrados. Bueno, pues esta semana se ha comprobado que al soniquete le falla la rima. Ceder las competencias de inmigración a Cataluña como exigencia de un partido xenófobo como Junts desbarata la copla por mucho que salgan a cacarear Bolaños o la vicepresidenta Montero.

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La contrapartida suponía aprobar medidas sociales que benefician a una parte poco favorecida de los ciudadanos. Ahí surge la paradoja. Medidas progresistas a cambio de cesiones ultraconservadoras. Más allá de lo que predican los tremendistas -el destrozo de España que Sánchez pretende ejecutar o su vocación dictatorial-, la cuestión fundamental radica en el contrapeso de esas medidas, en lo contradictorio del asunto. Sin olvidar el modo lamentable en el que se narra. Algo que ya se puso de manifiesto con la amnistía a quienes hasta entonces eran -y por ahora siguen siendo- unos delincuentes.

Puede que a largo plazo la controvertida amnistía resulte beneficiosa para el conjunto del Estado. Es dudoso, pero posible. Lo penoso es el modo en el que se produjo el radical cambio de opinión del Gobierno. Desoyendo no a los críticos con la medida, sino desoyéndose a sí mismos, a lo que ellos decían a pleno pulmón un día antes. Sin ofrecer análisis de una mínima altura y dando pábulo a los agoreros, a esos ultraconservadores que están ávidos de argumentos para retorcerlos y engrandecerlos. Ultraconservadores de Vox. Los otros ultraconservadores, los de Junts, son los que hacen caja gracias a todo esto. Caja económica y caja electoral. Antes de las elecciones de julio estaban arrinconados, anémicos. Ahora, aquí los tenemos. No dueños de España, como se dice desde algunos ámbitos, pero sí dueños de unas espuelas con las que azuzan al Gobierno y exigen cada día más. Que las empresas acosadas por ellos vuelvan a Cataluña y las que no, sean castigadas. Balanza fiscal. Aceite al cero por ciento de IVA. Control de la inmigración. Y hay que otorgar. Por el bien de los pensionistas, de los trabajadores más desprotegidos. Por una política progresista. La cuestión es ¿en qué punto la paradoja se convierte en absurdo?

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