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Cuesta olvidar lo que el olvido provoca. Cuesta comprender lo que la incomprensión transforma. El olvido es una fea arruga en el alma que causa estrías en el corazón. Un trastorno sin remisión, un lamento eterno de tristeza que nos acompaña al final de nuestra existencia. El olvido, en suma, es un rechazo de la vida, un sentimiento al que jamás debería acercarse el ser humano. Todos apartamos las malas experiencias de nuestra mente como medida de protección contra el dolor, pero no somos capaces de cercenar ese instante en el que ya no te acuerdas de nadie. Ni de quién eres tú. No puede haber nada peor. Qué duro tiene que ser mirar a alguien y no sentir nada, qué crueldad máxima se puede experimentar si esa persona la cubriste un día de amor. Olvidar que existes no es morir, es sufrir el mayor desgarro posible. Ese limbo merece ser desterrado por la ciencia porque ni es vida ni es muerte. Es la nada más profunda, un vacío interior imposible de llenar. Cómo es posible olvidarte de querer, cómo es posible vivir sin amar. Esos ojos que antes transmitían ternura y cariño ahora dibujan indiferencia, como si el afecto fuera una virtud que no compartimos todos, que no sentimos todos alguna vez. Cómo dejar de acariciar esa mano que un día te protegió de todos los males y ahora ni siente ni padece cuando te roza esa enfermedad. Cómo dejar de abrazar ese cuerpo que te protegió contra el frío si ahora apenas proporciona calor. Cómo entender que esa persona que te quiso con locura ha perdido la cordura. Empiezas por olvidarte de lo más nimio y terminas olvidándote de ti mismo. Cuánto mal nos asola en esta sociedad que no encuentra consuelo. Incluso en plenitud, sin mal que te acose, no se puede olvidar a un amigo, a la persona que quisiste incluso con la irrupción del desamor, a ese compañero que un día te ayudó. Olvidar no es perdonar, es morir. Asusta pensar en esa enfermedad cuando la edad no tenga remedio. Si tuviera que escoger entre tu amor o el mío preferiría morir antes que elegir, porque ni lo uno ni lo otro sería vivir. ¡Cuánto dolor encierra pensar en no recordar! La memoria es lo que sostiene el corazón, de donde brotan los sentimientos y de donde parte el alma cuando rota por el sufrimiento abandona el cuerpo. Cómo es posible que esa persona que te ama te mire y no te vea. Es la peor ceguera, porque va acompañada de ausencia de sentimientos. Me niego a olvidar no vaya a ser que un día no recuerde nada de lo mucho que quise. La vejez es la pasión de la experiencia, no el martirio de la soledad o el abandono de los recuerdos. Mejor morir que olvidar.

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