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En el desempeño de la política deberían estar los mejores, los más preparados, los más doctos, los más honrados, los que defienden los intereses de sus conciudadanos. Esa es la teoría, que no siempre se ajusta con la práctica, como sabe cualquiera que esté un poco informado de lo que sucede en el mundo. Cuando se registra un cambio de gobierno, como ha pasado en Andalucía, los afines a los vencedores se frotan las manos y sienten que el reloj marca su hora, mientras que los adeptos de los derrotados se echan a temblar, porque saben que se les escapa un tren que ignoran si volverá a pasar por delante de ellos. El turnismo en el poder, desde los tiempos de Cánovas y Sagasta en la España de finales del siglo XIX, siempre se ha caracterizado por dejar cesantes a unos y aupar a otros. Después de casi 37 años de reparto de cargos por parte del PSOE andaluz, les ha llegado el momento de ejercer de empleadores al PP y a Ciudadanos, que están llenando la estructura orgánica de la Junta de militantes y simpatizantes. Nada nuevo en las viejas costumbres de la política. Pero, ¿los elegidos para ocupar esos puestos son los más idóneos? Pues algunos sí y otros... digamos que son los que han aceptado la propuesta que les han ofrecido.

Destacados profesionales de distintos ámbitos podrían haber ejercido con solvencia y acierto las competencias que les hubiesen asignado pero han dicho: no, gracias, por distintos motivos. Unos por ideología, pero la mayoría porque entrar en la política les habría supuesto una pérdida económica. Y, claro, han pensado que la caridad bien entendida empieza por uno mismo y no han querido prescindir de unos salarios bastante más elevados que los que les habrían correspondido de haber accedido a un alto cargo de la Junta. Por ejemplo, un arquitecto de prestigio o un médico especialista con sólida reputación en el sector privado cuentan con unos ingresos superiores a los de un consejero. Por contra, los que hacen de la política su oficio tienen el sí en los labios de forma permanente y aseguran que están a disposición de lo que les mande el partido. Es gente que vale lo mismo para un roto que para un descosido. Eso, sostendrán algunos, es una virtud, aunque otros considerarán que quien mucho abarca, poco aprieta. Como apenas ha empezado esta nueva época política en Andalucía es pronto para extraer conclusiones. Tiempo habrá para glosar aciertos y criticar errores. Los que se fueron son historia reciente y los que han llegado desean hacer historia. Veremos si la escriben con renglones derechos o torcidos.

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