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AQUEL 7 De OCTUBRE DEL 68

Hoy se cumplen 50 años de la inauguración de Los Olivos / El discurso del padre Leónides, que finalizó con el histórico «sed fieles a Dios y a vosotros mismos», fue investigado por las autoridades franquistas / La primera promoción que hizo completo el Bachillerato en el colegio homenajea a la Comunidad Agustiniana / El regalo, una talla en 3-D de la Virgen de la Victoria

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Domingo, 7 de octubre 2018, 10:09

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50 años no son nada... ¿o sí? Hace hoy medio siglo, o sea un 7 de octubre de 1968, en medio del campo (que no había otra cosa, salvo la 'colonia holandesa' de El Atabal), en las afueras de Málaga, un montón de niños con pantalón corto ('de tergal'), sandalias unos y zapatos de Segarra o Sublime otros, un día de mucho calor, formaron en el inmenso patio de un gran centro recién construido. La mayoría no se conocía de nada, porque cada uno venía de un rincón de Málaga. Entonces, un fraile, que parecía (para esos niños) 'muy mayor', pero que apenas superaba los 40 años, se acercó a un micrófono de la época y nos pidió orden y silencio. Y comenzó a hablar. Era el padre Leónides quien daba a todos la bienvenida y reflejaba en sus palabras la felicidad para la Comunidad Agustiniana por la inauguración de un nuevo colegio, llamado 'Los Olivos' precisamente porque estaba en una zona de campo rodeada de tan andaluz e histórico árbol. He releído su discurso una y otra vez desde entonces (soy un afortunado por tener amigos que coleccionan todo, entre otras cosas la primera revista editada por Los Olivos de aquel curso académico inaugural) y no puedo salir de mi asombro que a las autoridades franquistas de la época les molestaran aquellas palabras. No sé, ni tampoco me importa mucho, la verdad, pero aún recuerdo la sorpresa que me causó que en una de mis primeras incursiones periodísticas, en lo que entonces era Gobierno Civil, en el Palacio de la Aduana, un funcionario me mostró un documento por el que se abría información por las palabras de «inauguración del Colegio de los Agustinos, denominado Los Olivos, en El Atabal». Ni pude hacerme con aquel documento, ni el funcionario que entonces facilitó tal información vive, con lo que imagino que ese papel se perdió sin más...

Muchos compañeros y casi todos los profesores protagonistas de aquel día del mítico año 68 ya no están entre nosotros para celebrar la efemérides, aunque sí lo hagan en los confines infinitos del horizonte: allá arriba, donde los olivos y los campos siguen siendo lo que nosotros conocimos, cerca del cielo, como se decía antes entre los vecinos del Camino de Antequera, antesala de la subida paralela a El Atabal que nos llevaba al colegio donde tantos se han hecho hombres. Ser agustino es una impronta. Ser agustino de Los Olivos, además, es una marca: fue el primer colegio del centro de Málaga capital que se trasladó a los extrarradios, el primero al que todos los alumnos tenían que llegar en autobuses (que no autocares), en los que íbamos, todo hay que decirlo, de pie, como sardinas en lata. Uno ve las medidas de seguridad que hoy se exigen y se queda boquiabierto si las compara con las que nosotros 'sufríamos'. Desde luego no pasó nada porque Dios existe, porque si no...; fue también el primero que experimentó cambios horarios que entonces eran una verdadera 'revolución' educativa, o donde había clases de cine en pantalla grande, o ciclos de música clásica para que los alumnos entendiéramos a Vivaldi, Mozart o Bach. No olvidemos que estamos hablando de una época en blanco y negro, de los años 60/70, donde cualquier cosa que no fuera 'palo y tentetieso' educativo era ya un gran paso adelante. Pero volvamos a las cosas que nos interesan. Los alumnos de aquel 7 de octubre de primero de Bachillerato, dividido entre 'franceses e ingleses', secciones A, B y C, revoloteábamos por el famoso patio de las columnas hasta que nos pusieron en fila de a dos, para después subir al primer piso para ocupar nuestras aulas dirigidos por Francisco Acedo, otro de los inolvidables maestros. Eran tres cursos de primero. Tres cursos de ilusiones de zagales de 11 y 12 años, que llegaban, la mayoría, de otros centros escolares, porque en aquel 1968 convivían el Colegio de los Agustinos, hoy desgraciadamente en ruinas, y el Colegio de Los Olivos. Muchos de los que llegamos al nuevo colegio no lo hicimos por antecedentes agustinos, sino atraídos por la nueva oferta escolar o por cercanía, como fue mi caso concreto. Una legión de niños de Martínez Maldonado hasta Teatinos encontramos acomodo en el nuevo colegio, cargado de amplias zonas para jugar, de tres campos de fútbol (entonces eso era una oferta única en Andalucía, aunque fueran de tierra), y una piscina que tardó muchos años en llegar, muchos más que los que tardó en que la quitaran por no se sabe qué cosas... Recuerdo que el día que terminamos COU, con el padre Perruca y el padre Manrique mantuvimos una reunión de 'asustados' porque terminamos en mayo para encarar la primera Selectividad de la historia escolar española. Había muchos bulos, muchos rumores, y un miedo atroz: «No quieren que haya universitarios, que todos son contrarios a Franco; quieren suspenderos y evitar que pobléis las universidades...», era el rumor extendido. El padre Manuel, Manolo para todos, que se unió a aquella reunión, nos calmó: «Vamos a corregir nosotros vuestros exámenes». Sea como fuere, salvo dos, aprobamos todos. Y todos nos fuimos con las papeletas de 'Apto', sin otra historia más, a buscar nuevos caminos, pero con una maleta cargada con la 'impronta agustina'. Fueron muchos y decisivos años en una formación en un nuevo colegio, con profesores de talante liberal que en aquella época era un verdadero asombro, con figuras emblemáticas como Antonio Muñoz, Eduardo Meneses, Agustín Clavijo, Sánchez Benedito, Leandro Félix, Andrés Llordén, Francisco Acedo, Juan Alcover, Manuel Delvox, Laureano Manrique, Eusebio Perruca, Leónides, Miguel Ángel del Pozo, los padres Isidro, Samuel, Pablo e Isaías Mayo... y tantos otros que nos ayudaron en una formación integral de unos niños que serían los primeros universitarios 'debutantes' en el año en el que murió el anterior jefe del Estado, Francisco Franco, y que asistimos a la coronación de Juan Carlos I en lo que significaba la recuperación de la Monarquía de cuya mano vendría la democracia. Digo todo esto, porque el ambiente de libertad que se vivió en el colegio Los Olivos en el tardofranquismo era la envidia del resto de centros escolares de Málaga. Ello, junto a una filosofía cargada de valores, un repetirnos hasta la saciedad nosotros mismos las palabras de Leónides al finalizar su alocución en su discurso de bienvenida e inauguración del colegio Los Olivos: «Sed fieles a Dios y a vosotros mismos», que nos sirvió para muchas cosas, y en este caso, a los que nos fuimos a proseguir nuestros estudios fuera de Andalucía, para mantener con fuerza un espíritu de verdadero mérito en una época convulsa y difícil, en el que había muchos más de días de huelga y enfrentamientos que lectivos...

Aquel montón de niños llegamos a Los Olivos cuando era sólo un pabellón. Cuando la zona de la residencia no estaba lista. Cuando el 'camino de las pitas' era un erial, cuando no estaba lo que después sería la Universidad Laboral, cuando no había pabellones cubiertos, ni polideportivos... Asistimos al crecimiento paulatino del colegio, y cuando en el curso 1974-1975 dijimos adiós con lágrimas en los ojos y la incertidumbre en nuestras almas, dejamos una residencia lista, un salón de actos espectacular (nos 'estrellamos' con la mítica Cecilia, que le perdimos un pastizal porque no sabíamos nada de que la publicidad si no la haces no existes), un nuevo pabellón de enseñanza, una conexión entre 'el nuevo y el viejo', un bar donde los bocadillos de mortadela 'Mina' seguían causando furor, y sobre todo un ambiente distinto y singular, amable y exigente a la vez... Hoy se cumplen 50 años como si nada, y cuando menos nos queramos dar cuenta, todos seremos historia. Y no estaremos aquí, pero hasta en ese final seremos «fieles a Dios y a nosotros mismos», como nos pidió el padre Leónides, y los malagueños de futuras generaciones que lean este artículo al menos sabrán que un grupo de niños con pantalones cortos, 'bambas' (entonces no eran zapatillas de deporte, ojo) o zapatos 'gorila' unos (los más afortunados) o de Segarra (lo menos pudientes) inauguraron un colegio, Los Olivos, para orgullo de Málaga, y para recordarlo, ayer, en el mismo patio, se homenajeó a los 8 miembros de la Comunidad que hoy viven allí (llegaron a ser casi 40), para explicarles a la mayoría de ellos qué fue aquel día. Para decirles que para muchos de nosotros (con las lógicas excepciones, ojo) la vida tiene un color agustino especial, el verde esperanza, el del color de la aceituna y del olivo, el viejo árbol que agarra fuerte allá donde los campos pierden sus límites y superan todas las adversidades para mirar al cielo azul Picasso, allí por donde el infinito no es horizonte porque el cielo y el mar son una misma cosa fundidos en las ilusiones y en las retinas del alma. Lo mismo que el Colegio de San Agustín y el de Los Olivos. 100 años de historia de Málaga y 50 del colegio Los Olivos. Una Virgen de la Victoria en 3-D de marmolina recuerda desde ayer estos primeros 50 años de vida. Disfrutemos de ella. De la vida. Todos.

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