Muerte y folk
VOLTAJE ·
Esta toná de Luz Arcas se viste de luto, y este sombrero de verdiales lleva flores negrasLa tragedia también se baila, la muerte se celebra en ritual. Esta es una de las premisas de 'Toná', el último espectáculo de la bailarina ... y coreógrafa malagueña Luz Arcas que acogió el martes el Teatro Cervantes. Esta toná se viste de luto, el sombrero de verdiales lleva flores negras y el cante de Lola Dolores es un quejío de muerte. El violín de Luz Prado parece que llora o que se ríe hasta de nuestra desgracia. Se reivindica nuestra fragilidad. La bandera se nos clava en el alma. Cada paso de la bailarina, cada gesto, cada golpe que da en el suelo con su pie descalzo, se transforma en una caligrafía que nos habla de la fiesta y del dolor; todo lo que baila La Phármaco se convierte en un milagro que, como nos ilumina Luz, están hechos de muchas cosas, pero sobre todo de la necesidad de que ocurran.
Esta obra, la 'Toná', surge de los viajes a Málaga que hizo Luz para cuidar a su padre, entonces gravemente enfermo, y el reencuentro con sus raíces y con sus recuerdos en la casa en la que fue niña. Aquel amigo que les llevaba al campo a esperar a que se les apareciera la virgen entre los olivos. «Recordé anécdotas y miedos, reconectando con el folclore de mi infancia. Quería bailar un sentimiento que es propio de ese folclore: la muerte como celebración de la vida, la fiesta y la catarsis individual y colectiva». Hubo en esos viajes grandes hallazgos, horas invertidas en la biblioteca de aquella casa, libros como una biografía de Trinidad Huertas, alias La Cuenca, bailaora malagueña del siglo XIX, hija de una paleña, y que al parecer se hizo conocida en todo el mundo gracias a un número en el que representaba a una torera en plena faena, lo que le dio el sobrenombre de La Valiente. También hay alusiones a la Virgen del Carmen y el luto desfila por la enfermedad y por el dolor que tratamos de esconder, para que no se nos note tanto. El verdial, el palo más antiguo del flamenco, emerge y se reconfigura en el cuerpo del baile que se impone con fuerza y con un sentimiento revisitado de una memoria que no se apaga nunca.
El folklore vuelve. Vuelven el rito y la procesión. Las calles se preparan para acoger, otra vez, multitudes que se congregan para alcanzar esa catarsis personal y colectiva que nos baila Luz Arcas en esta danza dura y prodigiosa. La vida consiste a veces en esquivar a la muerte y en afrontar la enfermedad de una manera que no se enseña, pero que se aprende. La vida duele. Todos los días hay un luto que es rito y que puede ser fiesta cuando está tan bien bailada.
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