El extranjero

Motosierra

Los argentinos pueden tener unos motivos más claros para votar por el desaforado Milei que los holandeses para elegir a Wilders

«¡Barrilete cósmico!, ¿de qué planeta viniste?», se preguntaba el desgañitado comentarista que retransmitió aquel gol mítico de Maradona contra Inglaterra en el Mundial de ... 1986. Detrás, el resentimiento de las Malvinas, la feroz dictadura de los diferentes milicos y un país que se permitía soñar con el futuro. Y el futuro es esto. Un tipo con una motosierra a modo de emblema político. ¿De qué planeta viniste?, se atreve uno a preguntarse en un susurro, sin los alaridos del viejo comentarista, pero igualmente intrigado.

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La solución al enigma es de este planeta. No hay que buscarla en el espacio. Está en Argentina. También en Holanda, en Italia, en Estados Unidos. Milei es la espuma ditirámbica de una marea que recorre el planeta. Los argentinos le dan al fenómeno su toque, doblemente esperpéntico. Las bravuconadas, la escenificación y la rabia de una especie de hombre lobo de feria berreando en el escenario, pero el compañero holandés, atildado, con la fría estética de un nazi de boutique, representa lo mismo. Los argentinos pueden tener unos motivos más claros para votar por el desaforado Milei que los holandeses para elegir a Wilders o que los norteamericanos para poner su destino en manos de Trump, pero todos están unidos por unos vasos comunicantes que abominan de la política tradicional. Entienden que la política tradicional es el beneficio de unos pocos apoyados en la idiocia colectiva, un entramado para el lucro personal. Obvian que la política tradicional, a pesar de la miopía y los intereses partidistas, ha conseguido el mayor grado de bienestar que nunca había alcanzado la humanidad. Que es la artífice de la sanidad o la educación gratuitas y universales.

Cortan por lo sano, talan la memoria y hacen viruta con la realidad. Unos llevan la motosierra a la vista y otros bajo la camisa. Hacen creer al ciudadano incauto, al arrinconado por la política tradicional, al insatisfecho, que un Estado es una corporación comercial. Así que mejor, como hace el enfurecido Milei, arrancar de la pizarra los ministerios inútiles. Cultura, Sanidad, Educación. La gran empresa en la que Berlusconi convirtió Italia para beneficio propio o, de modo más modesto pero igualmente fraudulento, el negociado propio en el que Gil trató de convertir Marbella. Tachan de dictadores a los elegidos de modo legítimo -Vox calificando a Sánchez-. Se dicen gente del pueblo y lo son del mismo modo que las garrapatas son parte de un idílico paisaje. Es la política de la motosierra. La que lleva a asaltar el Congreso para defender la democracia o la que sueña con Franco para alcanzar la libertad.

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