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Susana Díaz y Pedro Sánchez tras su proclamación como presidenta en 2018 EFE
No mientas, cariño

No mientas, cariño

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Viernes, 22 de noviembre 2019, 07:55

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En Torremolinos hay un adolescente que podría ponerle la cara colorada a Rocío Monasterio y sus colegas de Vox. Abdoulaye Bamba nació en Costa de Marfil hace dieciséis años, cuando ella firmaba proyectos como arquitecta sin estar aún titulada, y en septiembre arriesgó la vida escondiéndose en los bajos de un camión para llegar hasta Marruecos. Desde allí viajó hacia la costa andaluza en patera, otro trayecto que puede resultar letal. La burocracia, más deshumanizada que diligente, enseguida lo reconoció como menor extranjero no acompañado, es decir, un niño solo en un país que no conoce. El partido de Santiago Abascal, que presume de haber desatascado el tapón de corrección política que asfixiaba a millones de españoles, centró parte de su última campaña electoral en asociar a estos jóvenes, a quienes se refiere como 'menas' por las siglas de su situación administrativa, como quien esconde rostros e historias bajo una montaña de números, con comportamientos conflictivos. Pero la realidad ha vuelto a estropear un eslogan político, esta vez en el instituto público Costa del Sol, donde alumnos y profesores se han movilizado para que Abdoulaye se quede en el centro. Y lo han conseguido, al menos parcialmente: no se irá muy lejos, tan sólo a la Ciudad de los Niños, donde además podrá acogerse a un plan de adaptación curricular.

Que Monasterio pida disculpas parece tan complicado como que Susana Díaz dimita. La secretaria general del PSOE en Andalucía, heredera de una década de corrupción en la Junta, se ha atornillado en el sillón de la oposición, desde donde planea un nuevo asalto a la presidencia que ahora ostenta Juanma Moreno. La extensa sentencia de los ERE sería motivo suficiente para que cualquiera con un mínimo de decencia política anunciase su retirada, aunque tal vez el problema es que Díaz no tiene dónde volver, como muchos otros cargos públicos que han hecho de la escalada institucional una forma de ganarse la vida: de puesto en puesto hasta que me corten la cabeza. En Ferraz ya preparan la bandeja y Pedro Sánchez hace años que tiene esa espada en alto.

La expresidenta andaluza ha tardado dos días en comparecer para dar explicaciones sobre un asunto que según su versión ni siquiera la roza, aunque lo cierto es que la huella que dejan los 680 millones de ayudas fraudulentas otorgadas la década pasada también conducen hasta su puerta. En una reacción propia de su estilo, ayer alegó durante su primera entrevista, por cierto en La Sexta y no en la televisión pública autonómica: «Lo que más me duele es que manche Andalucía». Alguien debería haber reproducido su mítica respuesta a Sánchez en el debate por las primarias de su partido: «No mientas, cariño». Pero aniquilar la verdad resulta sencillo y suele salir gratis. Aunque la munición utilizada proceda del dinero de todos.

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